La asimetría está a la orden del día. Se disipa el sueño igualitario y resulta evidente que vamos hacia un futuro distópico, cruel y hobbesiano en el que cada cual buscará su nicho ecológico de acuerdo con la dura ley de la selva. Viernes tras viernes, España da pasos en esa dirección. Ayer empezó el desguace del sistema público de pensiones. No sólo porque el Gobierno decidió que las pensiones no recuperarán su poder adquisitivo (al fin y al cabo, peor lo puso el Ejecutivo de Zapatero, que las metió en el congelador), sino porque se abre el melón del fondo de reserva, donde se podrá meter mano sin las limitaciones actuales.

No hay dinero, dicen. Y el que hay ya está comprometido en rescates bancarios u otros menesteres relacionados con el interés de los que mandan (vean, por ejemplo, cómo se va a distribuir el resucitado Fondo de Inversiones de Teruel, buena parte del cual irá a los consabidos motorlanes, caudés, subvenciones a empresas y otros apaños del parypepé). Sostener el Estado del Bienestar se ha convertido en objetivo secundario. Los paradigmas de la hegemónica derecha son claramente (y sin las vacilaciones del desnortado PSOE) aquellos que adornan hoy el modo de vida americano: una estricta escala de desigualdades definida por la posesión, o no, de dinero. Es más, no pocos ciudadanos de clase media creen que esa salida estratégica es la mejor, que la solidaridad es pura mamarrachada, que la empatía es debilidad, que el sector público es un albergue para vagos y que redistribuir la riqueza a través de una fiscalidad progresiva es contrario al desarrollo. Cómo han logrado los neocones convencer a gente de poco más o menos con unas ideas hechas a la medida de la oligarquía financiera es en verdad un prodigio de la manipulación cognitiva. Pero ahí está.

Eso sí, el modelo social al que nos llevan es tan desigual como inseguro. Mal lugar para las personas frágiles, para los enfermos, los viejos, los poco dotados, los respondones, los que pierdan el empleo, los que tengan mala suerte... Las calles serán peligrosas; la ley, una entelequia; el porvenir, un mundo hostil y canalla.