El título de este artículo se inspira en una portada de Hermano Lobo publicada a mediados de los Setenta. Viene al caso tras los últimos datos de paro, que han sido demoledores en España y, según dicen las autoridades, un poco menos en Aragón. Nuestro consejero de Economía y Empleo, el bueno de Francisco Bono, los comentó ayer, cual corresponde, con voz y cara de circunstancias. Porque ya no caben más explicaciones ni es posible echar balones fuera... Esto es un desastre manifiesto y sin límite conocido. Ni tocamos fondo, ni rebotamos en él, ni parece haber otro consuelo que mentarles los antepasados a los diazferranes de turno. Y parafrasear la vieja canción obrera: que el dinero que nos roban lo gasten en medicinas.

Bono no sabe qué hacer con los 111.000 parados aragoneses. Y eso que todavía no han llegado los despedidos de las empresas que están cerrando en vísperas de la Navidad ni los casi seiscientos empleados de Caja3-CAI destinados a sufrir en sus carnes el ardor de la reestructuración. El consejero, fiel a su destino, ya había exculpado a Ibercaja, su casa madre, del chandrío que viene. Por otro lado, tal y como estaba en el guión, el futuro de las cajas aragonesas se está decidiendo fuera de foco, en ámbitos estrictamente privados, mientras las instituciones guardan silencio, la opinión pública se abstiene y unas entidades de origen y naturaleza social se transforman en pura incógnita. Ya sabrán esos señores lo que hacen, dice el vulgo. Se preserva la fortaleza financiera de Aragón, remachan los políticos. Vayan ustedes a saber.

Es imposible hacerse una idea de dónde acabará esto. Ayer se comunicó que cierra Pirenarium, imagen a escala de un Pirineo donde a muy pocos les salen las cuentas. Cerrará también el parador de Teruel y durante parte del año chaparán el de Bielsa y el de Alcañiz. ¿El de Alcañiz? ¡Pero si aquello va como un cohete gracias a Motorland! ¿O no? A los alucinantes sombrajos del imaginario oficial se les están cayendo los palos sin remedio. Adiós, dinero, adiós. Rezo para que nieve este año. Y si hay que esquiar, esquiaré. ¡Viva la Tierra Noble!