Miles de personas se enfrentan a lo que jamás imaginaron, a lo que no podían concebir hace apenas uno o dos años. Empleados de Caja 3, de Paradores, de Iberia, de otras empresas sólidas y aparentemente insumergibles se encuentran hoy al descubierto en un escenario hostil, amenazados directamente por un despido barato (¡ay, amigos, esa contrareforma laboral!), desconcertados y con el espíritu dividido entre la rabia y el miedo. La crisis se expande, se cronifica o, mejor aún, establece un nuevo tipo de realidad que perpetúa el desequilibrio social... y el robo masivo.

Había trabajadores por cuenta ajena que se creían a salvo de cualquier contingencia y que consideraban suya la empresa que les empleaba. Ganaban sueldos razonables, salían de vacaciones, enviaban a sus hijos a la universidad, imaginaban un futuro estable y se consideraban, en buena lógica, pura clase media europea. No pocos de ellos incluso llegaron a entender el ideario ultraliberal y asumieron el argumentario conservador. Ahora su vida ha girado ciento ochenta grados y se descubren a sí mismos aferrados a una pancarta luchando por su puesto de trabajo, conscientes de haber sido víctimas de un monumental engaño.

Este país, que el actual Gobierno desmonta pieza a pieza con el placer antropófago de un Hannibal Lecter, ya no pertenece al pueblo español sino a un selecto grupo de malabaristas financieros, que son de aquí y de allá porque el dinero es apátrida. Las gentes de a pie solo tienen dos alternativas: rebelarse y recuperar la fe en sí mismas o resignarse y hundirse en la amargura y la desconfianza.

Como para no desconfiar. Los empleados de la CAI no creyeron ayer a su consejero delegado cuando este les enfrentó a una serie de terribles hechos consumados. Su pitada final a Luis Miguel Carrasco (que para colmo es clavadito al protagonista de El Capital, la última película de Costa Gravas) fue el desahogo inevitable de quienes van a ser precipitados desde las dulzuras de la clase media al pozo de las estrecheces y la incertidumbre. Y sin apaños posempleo.