Ya saben: la Comisión de Transportes del Europarlamento ha rechazado incluir la Travesía Central del Pirineo (TCP) en su lista de proyectos prioritarios. Estaba cantado. Los ruegos y consideraciones de la ministra española Ana Pastor y del consejero aragonés Roberto Bermúdez de Castro no han servido de nada. Sin embargo los portavoces del PP y del PSOE consideran que el fiasco casi ha sido un éxito. Bien se ve que los señores jefes viven en un mundo de ilusión y fantasía. En cuanto a la ciudadanía de la Tierra Noble, la noticia no le ha producido frío ni calor. El personal pasa ya de todo lo que no afecte directamente a su particular bolsillo.

La TCP es una pieza más del cansino repertorio con que se pretende animar la verbena sociopolítica aragonesa. Presidentas, presidentes, alcaldes, líderes patronales, personalidades, personajillos, analistas y estiralevitas se afanan vendiéndonos pantanos, aeródromos, estaciones de esquí, ciudades del motor, líneas de alta velocidad y otros espejismos. Lo de perforar el Pirineo a cota baja y llegar a Francia por un túnel ferroviario de treinta y tantos kilómetros es un imposible que la Unión Europea jamás financiará. Pero llevamos lustros colgados con el tema, perdiendo tiempo y dinero, haciéndonos ilusiones y permitiendo a los próceres (que por supuesto conocen lo inútil del intento, salvo que sean tontos perdidos) que adornen sus discursos con promesas imposibles de cumplir.

En el Pirineo central no caben vías transfronterizas de alta capacidad. Quisimos que el Gobierno español hiciera el supertúnel de Somport (con una tremenda inversión que podría haber tenido mejor uso) para salir al estrecho (y precioso) valle del Aspe donde hay que circular en fila india. Pero no aprendemos. Si por lo menos se recuperase el paso por Canfranc... Bueno, al menos siempre nos quedará la vieja estación internacional que coronaba dicha línea, ese fabuloso edificio que el ADIF (o sea, Renfe) nos va a colocar por trescientos mil eurillos de nada. Si tienen ocasión, dense una vuelta por allí. Verán el cadáver (magnífico) de una quimera.