Para empezar, los empleados de Caja3-CAI van a pagar los platos rotos. Y ya veremos lo que les toca a los de Ibercaja y a la clientela de ambas entidades cuando estas sean una sola. Todo ese mogollón de Bruselas, el FROB, los cuatrocientos millones, el ERE, la reestructuración y la mundial en bicicleta tiene una sencilla conclusión: vamos a seguir poniéndolas (las ayudas de la Comisión Europea al sector financiero español computarán como deuda soberana) para tapar el agujero dejado por cuatro listos (y algunos imbéciles) que se llevaron la pasta o la despilfarraron. Y lo más impresionante de esta monumental tomadura de pelo es que, sabiendo quienes pagaremos, aún no hemos identificado con precisión a los que hicieron el roto.

La pregunta del millón (más bien de los cientos o miles de millones) es: ¿cómo llegó a producirse el agujero que ahora agobia a la CAI? Porque nos han dicho que todo viene de las inversiones y créditos temerarios en el sector inmobiliario, pero no se ha aclarado ni dónde se invirtió ni a quién se prestó, ni por qué los organismos de gobierno y control de la susodicha caja aprobaron los delirios (¿o más bien los atracos?), ni las implicaciones políticas de todo ello, ni las operaciones (tanto las millonarias indemnizaciones postempleo como el desembarco aún más millonario en el accionariado de cierto medio de comunicación aragonés) llevadas a cabo en los últimos dos o tres años, cuando ya se veía que la cosa pintaba fatal. Demasiadas incógnitas cuando está en juego el puesto de trabajo de seiscientas personas, los ahorros de miles de clientes y el desplome de una Obra Social y Cultural que jugó un papel más que significativo durante decenios.

Es obvio que existen personajes y organizaciones poderosas decididas a zanjar la cuestión Caja3-CAI de manera rápida y reservada para borrar las pistas. Pero esto ha llegado demasiado lejos y la sociedad aragonesa, si aún le queda una miaja de espíritu, debería exigir responsabilidades a quienes corresponde darlas. Claro que eso mismo (lo de exigir responsabilidades) ¡se podría decir de tantas otras cosas...! Algún día nos hartaremos, ¿no?