Como bien saben vuesas mercedes, según las reglas del periodismo clásico las buenas noticias no son noticia. Pero como estamos acabando un año de traca, en el que los medios parecían las páginas del Apocalipsis (incluso hubo momentos en que Aragón TV se vio obligada a dejar el mundo de Yupi-Biel para contarnos cosas desagradables), pues hoy voy a comentar dos sucesos afortunados. O por lo menos que a mí me lo parecen.

El primero: cierra definitivamente la central nuclear de Garoña. Los aragoneses, como el resto de los ribereños, hemos vivido durante decenios ajenos a que en la cabecera del Ebro había un artefacto capaz de sembrar la muerte y la desolación a lo largo y ancho de todo el valle si algún fallo (y hubo bastantes) llega a degenerar en catástrofe. Tuvimos suertecica, ya pueden ustedes celebrarlo. O mejor, celébrenlo ahora y repitan la fiesta el día en que la instalación sea desmantelada por completo.

Lo más genial es que Garoña ha sido cerrada por decisión de Endesa e Iberdrola, que la gestionaban conjuntamente. No les salía a cuenta. El Gobierno (este de ahora) se ha quedado con un palmo de narices porque está convencido de que la energía nuclear es la mundial. Bueno, ojalá algún día lleguemos a saber de verdad cómo va el asunto de la electricidad en este país (un laberinto de trucos contables, macrosubvenciones, complicidades políticas y atracos al consumidor). Fliparíamos.

El segundo: el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente así como los regantes del Altoaragón renuncian a ejecutar (nunca mejor dicho) el pantano de Biscarrués. Asumen como mejor alternativa la llamada balsa de Almudévar, que es mas factible, de mucha más capacidad y de un impacto infinitamente menor.

Magnífico. La Galliguera salvará sus proyectos turísticos, y los regantes tendrán agua (si llueve). Aunque los recalcitrantes no ceden. Quieren el pantano por encima de todo. Será por ganicas de joder. ¡Ah!, y el PSOE, en un alarde de progresismo medioambiental, se ha puesto a la cabeza de tal cabezonería. Qué calvario.