Huelgas y manifestaciones se estrellan contra la hegemonía política del PP. Con mayoría absoluta en las Cortes Generales y en la mayor parte de las instituciones españolas, la derecha marca la agenda, toma decisiones por el clásico sistema del rodillo y se ve capaz de mantener la guerra de desgaste que la enfrenta a la movilización popular. Véase lo que está ocurriendo con la sanidad madrileña (o aquí mismo, a otra escala, con las monitoras de los comedores escolares). Tras la lucha social (sindicatos, mareas, asambleas, coordinadoras, plataformas) no existe un aglutinante político: ni líderes, ni programas, ni marcas electorales. Ese y no otro es el problema de fondo.

El PP no teme a la oposición. Los sondeos indican que el partido de Rajoy pierde apoyo, pero dicha pérdida no se dirige a otra opción alternativa de forma destacada. El PSOE sigue muy mal y su labor de oposición resulta muchas veces patética. IU, UPD y quizás otras formaciones periféricas se reparten solo algunos réditos del descontento. El incremento de la abstención y la dispersión del voto favorecen en última instancia a los conservadores, que fundan sus esperanzas en una mejora de la situación económica aunque fuese mínima (ya se esfuerzan por transmitir esa sensación) y sobre todo en la ausencia de una opción capaz de disputarles lo que de verdad importa: el poder.

La crisis ha rubricado el fracaso histórico de la izquierda. No solo en España sino en casi toda Europa. Entre nosotros, la aversión hacia la política que se ha extendido por amplias capas de la población perjudica sobre todo a las opciones progresistas (pese al crecimiento relativo de IU). La proverbial desunión se combina con una notable falta de ideas creíbles que ofrezcan a la ciudadanía algo más que argumentos para la mera resistencia ante la destrucción del Estado del Bienestar y de la democracia social.

Y esto no se arregla con ejercicios de democracia anónima, informática o asamblearia, sino con unidad, con participación y con organización. La política es hoy el problema pero habrá de convertirse en la solución.