Quizás me equivoqué. Buena parte de mis colegas han deducido que Rajoy solventó con ventaja el debate sobre el estado de la Nación. Y mucha gente opina que Rubalcaba patinó ostensiblemente. Yo creía que el del PP había realizado una exhibición de cinismo político (y económico) de tal calibre que las réplicas del jefe del PSOE y de los portavoces de la izquierda (bastante coincidentes) habían salvado la jornada pese a sus obvias limitaciones conceptuales. Quizás no fue así. La implantación del pensamiento único neoconservador ha alcanzado tal punto que los comentaristas hacen bromas (sangrantes) sobre las propuestas redistributivas y solidarias de la oposición progresista, y algunos tildan a la izquierda de asilvestrada. ¿Asilvestrada? O mi capacidad cognitiva está hecha polvo o en el debate de marras la izquierda ha estado de lo más considerada y constructiva. Es posible, como ha dicho El Mundo, que el gran jefe Mariano se creciese al comprobar la ternura de sus adversarios. Por idéntica razón, Rudi y los suyos casi se comen crudo ayer a José Luis Soro cuando éste sacó a relucir los sobres de Bárcenas... ¿Qué Bárcenas?

Así pues asumo dos circunstancias: a) la capacidad para cooperar y compartir que nos permitió pasar de simios a homínidos ya no es una virtud esencial de nuestra especie, vuelve la ley de la selva; b) la crisis no es sino la derrota (cuando menos coyuntural) de las clases trabajadoras--clases medias en una nueva era de la guerra social caracterizada por la globalización y la absoluta hegemonía financiera. Aceptado esto, todo lo demás se puede entender. Desde la dimisión del Papa (incapaz de sobreponerse a la corrupción de la Curia) hasta el hecho de que ni el tal Bárcenas deba ajustarse a medida cautelar alguna (y pase los días en las mejores estaciones de esquí del mundo) ni la Casa Real se vea obligada a dar explicación alguna al hilo del caso Nóos.

Está claro: soy blando y antiguo. España va bien otra vez. Hay (y habrá) desempleo, emigración y sueldos miserables, pero la banca seguirá ganando dinero y el PP nos dará lecciones de transparencia. Maravilloso, ¿no?