España tiene un puntazo extraordinario: es diferente, invertebrada, vetusta, pícara e incluso maravillosa. Aquí pasan cosas que tendrían difícil encaje en otros países europeos... si es que nuestra originalidad histórica (una nación sin trabar donde las revoluciones modernas fracasaron y el fascismo venció) admite comparación. En cambio, Aragón es un perfecto promedio de las Españas, donde nada de lo que sucede desentona o chirría con el entorno. Cuando en la Tierra Noble asistimos a cualquiera de los alardes surrealistas que nos proporcionan jefes y/o ciudadanos, solemos decir: "Esto sólo pasa aquí". Pero, qué va, esto, sea lo que fuere, pasa en Madrid, en Barcelona, en la periferia, en el centro y en los cuatro puntos cardinales de la peculiar Hispania.

Ahora mismo tenemos entre manos dos casos acojonantes, y superilustrativos. Por un lado está la asombrosa identidad entre aquella Gran Scala que tanta marcha nos dio (aunque ahora ninguno de sus entusiastas partidarios quiera acordarse) y el Eurovegas que pretenden levantar en Alcorcón-Madrid. No sólo la idea, también los procedimientos, los argumentos a favor, las intenciones, las reacciones políticas y sociales... todo es idéntico, aunque llegue cinco años después. El otro día, el sujeto que preside la Comunidad madrileña lanzó una soflama a favor del ocio adulto y los casinos clavadica a la de Biel, cuando éste pretendía convertir los Monegros en una avenida de neón y pecado con las calles pavimentadas en oro.

Y luego está lo otro: el espionaje político en Cataluña. ¡Menuda novedad! Eso ya lo trilló nuestro Pepe Marco cuando fue presidente de la DGA y ponía micrófonos en los ascensores del Pignatelli. Henos de nuevo ante un baranda tierranoblense que abre caminos e innova. Marco espió lustros antes que los de CiU, del PSC, del PPC o de la directiva del Barça. Y si entonces acabó inculpado y condenado por una chorrada de no sé qué sillón, hace poco se las apañó para que le juzgasen por alto delito fiscal y dejar el pabellón de Aragón bien alto.

Lástima que La Muela no estuviera en la costa, que si no...