Si a un presidente del PSOE le cae encima la tronada que descarga ahora mismo sobre Rajoy, ya estaría liquidado. Y sin embargo el del PP aguanta. Desaparece, convierte Bárcenas en una palabra innombrable, ordena a los suyos que utilicen torpes argumentos evasivos y se sale por la tangente... pero resiste. Salió tan bien del Debate sobre el Estado de la Nación que los medios, para no llevarle la contraria a posteriori, han inventado una nueva forma de comunicar el déficit público y de que este se mantenga en el 6,7% certificado por el presidente: dejan fuera el rescate bancario, y así el desfase entre ingresos y gastos no sube al 10,2%, que es su verdadero alcance. La mentira es ahora un acto políticamente correcto.

El PSOE no hubiera capeado un escándalo como el Gürtel-Bárcenas, ni hubiera podido eliminar al juez Garzón (para escarmiento de otros sabuesos), ni sería capaz de sostener la amnistía fiscal o la amnistía urbanística en la costa (que ha legalizado miles de inmuebles irregulares). Si una ministra como Mato hubiese sido socialista, no habría aguantado en la peana ni veinticuatro horas después de saberse lo que se ha sabido de ella y su exmarido).

La diferencia entre ambos partidos tiene razones históricas y define una relación con el poder y con las masas muy diferente. Queda claro que la derecha española mantiene con buena parte de la opinión pública un vínculo semiótico (por decirlo de alguna forma) que le permite explicarle lo inexplicable con una naturalidad que el centro-izquierda ni ha podido ni podrá. La pretensión del PSOE de convertirse en una organización capaz de alcanzar la impunidad que suele asociarse con el control de las instituciones ha fracasado estrepitosamente. El empeño de los socialistas de homologar sus hábitos y privilegios con los de los conservadores carece de sentido. Para empezar porque su clientela electoral (clases trabajadoras y clases medias en general) no lo acepta.

Pero en el PSOE no se enteran. Y ahí están: viniéndose abajo, rompiéndose por las costuras, dejando a la derecha sin alternativa creíble. Lamentable.