La corrupción y demás circunstancias de la crisis han convertido nuestra realidad en un caleidoscopio. Agitas el chisme, miras por su lente y en cada ocasión obtienes una imagen distinta. El mismo término corrupción parece definir un número infinito de actos y situaciones... políticos, o no. Por eso muchas personas se asoman a la actualidad sin entender gran cosa, pero asustadas por el chaparrón de acusaciones, sospechas, imputaciones, espionajes y tráficos de todo tipo.

Lo de Corinna, por ejemplo, es supercaleidoscópico. Esta señora, que según afirma se dedica a relacionar entre sí a gente importante (cobrando, ¿no?), ha sido portada en Hola, que es lo más de lo más, y ahora los analistas se destornillan la cabeza sopesando si la Casa Real pudo autorizar previamente semejante extravagancia. Porque la rubia dama no sólo es amiga entrañable del Rey sino que estaba con él cuando se rompió la cadera en Botswana y además intercedió para encontrarle a Urdangarín un empleo bien remunerado que alejase del Instituto Nóos al marido de la Infanta. Mas todo eso no parece esencial, a la vista de lo que la famosa cortesana ha declarado motu proprio. De momento, el ministro de Exteriores hubo de precisar que en su Departamento no hay ni hubo partida alguna destinada a pagar los servicios de Corinna. Aclaración innecesaria, tal vez, pues nuestra protagonista ya explicó que sus servicios a España en temas reservados no corrieron por cuenta del Estado sino de ciertas empresas privadas.

A partir de ahí, imaginen lo que quieran. ¿En qué negocios confidenciales han intervenido la amiga del Rey y el propio Monarca? ¿Es Juan Carlos I un gran conseguidor de contratos para España, como dicen sus admiradores, o un colaborador necesario en las intermediaciones a comisión de su compañera de cacería? ¿Qué empresas pagaron? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Qué se cocía en Botswana, en aquel convite cinegético ofrecido por un conocido comisionista árabe? ¿Es cierto que, de todas formas, Corinna contó en nuestro país con servicios y atenciones especiales a cuenta del contribuyente?

A veces el caleidoscopio marea.