Lo dicen Rajoy y Guindos y Alierta (hablando en nombre de las grandes compañías españolas), e incluso Rudi (que se prodiga poco pero también da lecciones de economía de vez en cuando): España está a punto de ir bien otra vez. En la segunda mitad de este año tocaremos fondo y luego, en el 2014, rebotaremos hacia arriba. Es lo que tiene portarse bien, cumplir las órdenes de Merkel y destruir con primor el Estado del Bienestar, que los mercados te valoran. Qué guay.

No sé si esto consolará a los trabajadores de Kimberly o de las demás empresas que cierran o recortan plantilla en Calatayud, Aragón y España entera. Las noticias anuncian para el inmediato futuro despidos a mogollón, en la banca, en los servicios, en la industria. Los efectos de la reforma laboral se dejan sentir con creciente intensidad. Aunque tal vez sea así, con una acelerada destrucción de actividad y de empleo, como llegaremos antes al fondo de la ruina... y rebotaremos.

El caso es que la industria española se está viniendo abajo. La compra de bienes de equipo es casi nula. La exportación no rompe (aunque la balanza comercial mejore porque ya no somos capaces de importar nada). Los costes financieros del sector público y privado no dejan de crecer y pesan como una losa. No hay crédito ni apenas ganas de pedirlo. El paro crece, la demanda interna se hunde... Pero una cosa parece cierta: nuestros acreedores (grandes bancos y fondos de inversión extranjeros) siguen ganando mucha pasta a nuestra costa y deben estar encantados, las grandes compañías españolas (esas por las que habla Alierta, el telefónico) han podido reducir gastos a toda velocidad despidiendo y reduciendo salarios, la privatización de los servicios públicos abre la puerta a nuevos y estimulantes negocios, la normalización del robo a gran escala hace relamerse de gusto a los capos financieros. En este magnífico contexto, la España del dinero, las influencias y la desvergüenza seguro que vuelve a ir bien (si es que alguna vez fue mal). Lo único, que a los curritos y mindundis de todo tipo les (nos) va a ir fatal. Esto no es una crisis, amigos: es la nueva realidad.