El Gobierno aprobó ayer otro repelao contributivo y dejó para el verano el resto de los hachazos. Se dice que los consejeros de Rajoy se hicieron caca en los slips al recibir los datos de la EPA, y optaron por diferir los próximos recortes a ese Consejo de Ministros que se celebra antes de las vacaciones, cuando la ciudadanía está a punto de salir para la playa, la montaña o la casa del pueblo. O sea, cuando es más fácil colar las putadas.

Mientras, el Ejecutivo rectifica sus previsiones de déficit (al alza) y de crecimiento (a la baja), y el paro desborda sobradamente el tenebroso fondo de los 6 millones. Aun así, el Gobierno central y sus franquicias periféricas confían en contener el descontento popular mediante la desinformación, la descalificación y la intimidación. El poder recela no tanto de los radicales antisistema (cuatro gatos, según se vio en el último asedio al Congreso) como de las masas (trabajadores y clases medias en general) que aguantan estoicamente los zarpazos de la supuesta crisis pero van incubando resentimiento y agravios. ¿Qué pasará cuando los parados sean 7 millones? ¿Y cuándo superen esa cifra? ¿Cuál es el límite? Pero... ¿acaso hay límite?

De momento un juez abre proceso contra cinco imputados por la protesta frente al inmueble donde vive la consejera aragonesa de Educación y Cultura, aquella movidilla de los tuppers. El diputado Lanzuela ha presentado denuncia por el escrache ante su casa de Cella. Y el pobre desgraciado que pretendió escenificar en el IASS su desesperación echándose encima dos litros de gasolina y esgrimiendo un mechero fue detenido e ingresado bajo vigilancia en un servicio psiquiátrico. Además el Salud ha prohibido la cartelería incontrolada, y ya no es posible convocar manifestaciones que pasen cerca de donde viven las excelentísimas e ilustrísimas autoridades.

No es una crisis, es la victoria del lado oscuro de la fuerza. Todos los que protesten sin atenerse a las más estrictas reglas serán detenidos, diga lo que diga el presidente del Supremo, ese rojazo. Y, oye, aquí no ha pasado nada. Si pasa... que sea en verano.