Un médico oscense (en huelga de hambre contra los recortes en sanidad) quiso entregar a la presidenta Rudi una carta con sus peticiones. Tal osadía fue impedida por los guardias de corps de la excelentísima y el transgresor de las reglas protocolarias ha recibido una multa gubernativa de doscientos euros. En Aragón ya van más de sesenta sanciones similares desde que el PP se instaló en el Gobierno de España y las costumbres de los antiguos persas volvieron a ser ley.

Luisa Fernanda siempre ha sido una persona con tendencia a entronizarse. Desde que empezó a tocar poder gustó de la liturgia que coloca a quienes mandan muy por encima de los mandados. Su retorno a la vida política aragonesa como presidenta de la DGA tuvo precisamente un carácter majestuoso, una impronta imperial. Por eso no me extraña que se castigue a quien pretende entregarle un escrito. ¡Habrase visto el atrevimiento de estos villanos!

Claro que sería injusto echarle todas las culpas a la soberana del Pignatelli. Ella sólo forma parte de un movimiento, el de la nostalgia por la antigua Persia, que está devaluando la calidad de la democracia española hasta dejarla en poco más que nada. Algunos jueces, perplejos, no entienden, por ejemplo, qué puede haber de ilegal en que unas personas se concentren de forma pacífica en una calle donde viva la vicepresidenta Soraya, la consejera aragonesa Serrat o el diputado zaragozano Suárez. Pero la doctrina gubernamental aspira a convertir en delito cualquier expresión que incomode a los que tienen la sartén por el mango. Ya hay (aquí mismo, en la inmortal Cesaraugusta) peticiones de la Fiscalía para que se acuse de atentado a quienes osan ponerse reivindicativos en la calle donde habita alguna autoridad. Leña al mono.

Los antiguos persas, en fin, fueron invocados por los partidarios del despotismo cuando apoyaron la investidura del traidor Fernando VII como rey absoluto de España. Ahora, ese espíritu planea de nuevo sobre este pobre país. En plan light y modernete, sí... Pero con una prepotencia y un protocolo que acojonan.