Ahora que el caso se enfría, quiero reiterar mi pasmo ante la muerte en Zaragoza, por disparos de la Policía, de un ciudadano rumano. Es cierto que huía de las fuerzas de seguridad, pero ni estaba fichado como delincuente ni en el momento de ser interceptado había cometido delito alguno. Fuentes oficiales han dado por seguro que su intención era robar gasóleo del depósito de algún camión. Se ha dicho asimismo que intentó atropellar a los agentes. Pero la primera es una deducción basada en pruebas circunstanciales, y la segunda una versión de parte. Lo cierto y verdadero es que a este hombre le metieron un balazo por la espalda cuando no atendió la orden de ¡alto! La desproporción entre sus presuntas faltas y el resultante final es tan evidente que sólo una sociedad descolocada y brutal podría considerar lo sucedido algo normal y cargar la culpa sobre el muerto "porque los inocentes no huyen cuando representantes de la ley y el orden les mandan parar". Incluso he leído testimonios de ciudadanos que se felicitaban por el desenlace del suceso. Hay que tener mala sangre.

España es ahora mismo un país que ha puesto su seguridad en almoneda. No por que aquí se responda con blandura al desafío de los delincuentes. Sino porque sólo se actúa con dureza ante un tipo de delincuentes (o de presuntos que ni siquiera habían delinquido aún). El férreo control por parte del actual Gobierno de todos los resortes del poder institucional y del aparato del Estado está generando un ámbito de impunidad para determinadas personas. Y voceros oficiales como el inefable Floriano exigen ya a voz en grito que esa impunidad quede sancionada y reconocida. Si estás arriba puedes hacer lo que te dé la gana; si estas abajo y no obedeces las órdenes de ¡alto!, tal vez acabes con un agujero en el omoplato.

La llamada crisis económica tiene consecuencias muy perniciosas sobre la libertad. La democracia social se derrumba y emerge un Sistema caracterizado por la desigualdad, el autoritarismo... y la inseguridad. Pero claro... ¿no son los Estados Unidos nuestro nuevo paradigma?