Estoy convencido de que no existe posibilidad alguna de introducir valores positivos en la economía actual. La razón es simple: al habitual y siempre desmedido afán de lucro hemos de agregar hoy un manejo del capital a escala global directamente inspirado en las técnicas del crimen organizado. La gente de dinero (pero de dinero-dinero, no mindundis pequeñoburgueses) lleva dentro un Capone (o un superbárcenas, que diría aquél) dispuesto a engañar al fisco a cualquier precio. Los delitos contra las haciendas públicas son la carta de presentación de las élites. Celebrites, grandes especuladores, superempresarios, logreros, comisionistas, políticos de alto nivel traen y llevan su pasta por el mismo circuito en el que la mueven los traficantes de armas, drogas o personas, los asesinos, los dictadores, los ladrones y los servicios de inteligencia. Al final, los billetes son lavados por las mafias chinas, por los banqueros de la City o por los monseñores del Vaticano, capaces de fletar aviones para transportar los millones negros bajo sus impolutas sotanas.

Una ojeada a la feliz cúpula de la sociedad humana consolaría a cualquier honesto ladrón minorista. Podría felicitarse a sí mismo por su honradez y su ingenuidad. A la postre, entrar en un banco a punta de pistola (sobre todo si la fusca es de imitación) resulta mil veces más jodido y sincero que vender preferentes en un despacho de ese mismo banco. La mayoría de los estados han tirado la toalla, renuncian a meter en cintura al todopoderoso capital financiero (al contrario, se entregan a él). Los paraísos fiscales medran tranquilamente. Hace poco, el mismísimo Adif español decidió lanzar desde Irlanda una emisión de bonos para reducir los costes fiscales. La trampa sobrevuela sistemáticamente la ley. Delinquir parece una obligación moral de cualquier potencia o pseudopotencia que se precie.

Entenderán pues que lleve un tiempo cabreado de verdad. Cabreado y espeso. Así que con su permiso me tomo vacaciones. Me relajaré, haré turismo, tomaré cañitas al atardecer y sólo leeré ficción. A la semana que viene volveré con ustedes. Como nuevo.