Aunque soy consciente de que Moncloa tiene el brazo muy largo, el último barómetro electoral divulgado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) me parece verosímil. Sí, ese que describe un ligera recuperación del PP, una atonía total en lo que al PSOE se refiere y un cierto reflujo de IU y UPyD. Así, justo cuando acaba de empezar la Conferencia Política de partido socialista, la izquierda puede ir haciéndose a la idea de que sigue muy lejos del poder. ¿Por qué? Sencillo, porque la derecha está unida (aunque en su seno existan notorias diferencias), por los consabidos efectos del sistema electoral y sobre todo porque pese a sus mentiras y sus crueles recortes los conservadores tienen más éxito que los progresistas a la hora de incrustar en la imaginación ciudadana su salida de la crisis. El PP se ha inventado la lucecita al final del túnel como colofón final de su argumentario reformista. Ofreciendo confianza a los mercados financieros, rescatando bancos y aplicando una devaluación interna sin precedentes, es hoy la única fuerza política que al menos tiene objetivos. Ni el PSOE, ni mucho menos IU, disponen de algo parecido. Mientras, la gente solo quiere salir del pozo como sea. ¿Con Rajoy a la cabeza? Bastantes lo dudan, otros se aferran al clavo ardiendo. Pero muchos más tienen claro que Rubalcaba no es mejor opción. Y que Cayo Lara será buena persona, honrado y todo lo que se quiera... pero con él y sus propuestas no se va a ninguna parte.

La izquierda española está fuera de juego. En la actualidad su única salida es la reconstrucción y la unidad. Con ideas y con programa por delante, vale. Pero incluso esas ideas y ese programa habrían de debatirse en foros unitarios y vincularse a nuevos líderes y personajes creíbles y capacitados, así como a fórmulas organizativas mucho más flexibles y participativas que las actuales (aunque, ojo, no tanto que pierdan operatividad). Esto, bien lo sé, es como mandarles una carta a los Reyes Magos, un desideratum imposible, una utopía. Sin embargo, como se dice ahora cuando alguien quiere plantear un imperativo ineludible, es lo que hay. Lo siento.