En la serie de TVE Isabel la Reina Católica es presentada como una heroína que pone orden en medio del caos suscitado por el pusilánime Enrique IV, dominado por los intereses señoriales, en los que también ella se tiene que apoyar para defender su ascenso al trono. Ese relato de "redentor del caos" se lo volvería a apropiar Juan Carlos I tras el 23-F. Efectivamente los Reyes Católicos, como el actual Borbón, pusieron algo de concierto si bien manteniendo, incluso impulsando, ese orden señorial sostenido por Carlos I --en detrimento de la Castilla democrática de los comuneros-- y refrendado por Felipe II y sus sucesores. La Corona española, de hecho, se convirtió en la cancerbera del orden señorial en Europa y dominios de ultramar, donde han asumido ese paradigma corregido y aumentado. Pero no estamos ante rancia historiografía o ficción televisiva, sino ante una cuestión muy actual: ¿hasta qué punto pervive hoy esa deriva señorial en las tierras ibéricas?

Una mirada crítica a la Historia revela que ese aristocrático statu quo ha ido mutándose en una sucesión de oligarquías --terratenientes, industriales, financieras, políticas-- para mantener sus esencias dominadoras. La última versión: la alianza entre los potentados financieros y los políticos, sostén del régimen continuista parido en la Transición. La sintomatología de esta entente cordiale es profusa: financiación de los agujeros bancarios, desahucios, amnistía fiscal para evasores de altos vuelos, indultos para delitos financieros que, por otra parte, están escasamente punidos en el Código Penal, etc. La estrategia dominante de estas élites siempre se ha sustentado en su capacidad extractiva; otrora eran las pechas, tasas y servidumbres para los súbditos, hogaño son los impuestos y recortes de los asalariados. Siempre lo mismo: quitárselo al pueblo para beneficio de una privilegiada minoría. El régimen constitucional de 1978 garantizaba la continuidad del dominio de las fuerzas fácticas franquistas a cambio de acelerar el proceso de expansión de la clase media iniciado en el desarrollismo, ampliando los derechos ciudadanos y sociales que conformaron un apañado Estado de Bienestar. Hoy no salen las cuentas y los que mandan (las fuerzas alineadas en la coartada neoliberal dominante) han decido que esto ya no es viable. Y han sacado el hacha disfrazando sus mandobles de sibilinos eufemismos, canalizados y amplificados por grupos mediáticos controlados, en última instancia, por los bancos. Y estos controlan a su vez a los dos partidos hegemónicos, por lo que es inviable una renovación democrática en ese hipotecado corralito del PPOE.

Los beneficiados por este nuevo régimen señorial con apariencia de democracia constitucionalista se aferran a sus privilegios, que han alcanzado más por fidelidad a siglas y círculos endogámicos que por excelencia y méritos. La estrategia es colocar a los fieles colonizando todos los ámbitos posibles; de esta manera se pagan fidelidades, vasallajes, investiduras y clientelas varias. Y luego está la rapiña económica que ha ido cubriendo unas necesidades partidarias siempre por encima de lo que marca la ley. Los casos Naseiro, Filesa y ahora Gürtel (que incluye la pantomima de Bárcenas), son negros tentáculos de una misma hidra: la financiación ilegal de los partidos. Cuando se les coge in fraganti, como ahora al "clan de los genoveses", niegan todo, activan su artillería mediática y a sus turiferarios para esparcir tóxica tinta de calamar: lo que estáis viendo no es cierto, es un montaje, un delirio o una "sabia rectificación". No voy a perder ni una coma más en demostrar lo que cualquier ecuánime ciudadano está observando con esta última astracanada del PP. Por algo el esperpento nuestro género nacional, remozado ahora con tramas de Los soprano. El escalpelo valleinclanesco es la mejor terapia para exhumar la podredumbre y la mentira, porque la derecha española se sustenta en una gran impostura. Nos mintieron en el 11-M (está probado), nos engañaron cuando se presentaron a las recientes elecciones y siguen toreándonos: si hasta han presentado a Arturo como el paladín de los empresarios emprendedores y liberales... (¡!). Gracias a su poderosa maquinaria propagandística siempre nos convencerán de que estamos ciegos o locos..., de que la mierda es oro molido.Pero no es solo cuestión de la derecha..., la Cultura de la Transición es una gran trola. Mienten, perjuran Bárcenas y Urdangarin, engaña el gobierno, los jueces domesticados, los políticos cómplices (los más), los periodistas mamporreros (muchos) y hasta el apuntador. Así pues sobre la gran falacia del capitalismo (el sistema se fundamenta en el engaño: si lo enseñan en los grados de publicidad...), se superpone la mendacidad/mendicidad moral de nuestro entramado político. Corrupción y mentira, que van de la mano, son sistémicas en el ruedo ibérico, cuya "arena señorial" está erosionando nuestra formalista democracia de fachada regentada por las incombustibles minorías extractivas bajo la atenta mirada del megapoder financiero-político de Berlín.

Esta degradación moral, este cotidiano esperpento, esta profunda erosión de todos los pilares de nuestra pseudodemocracia al menos sirve para que radiografiemos su miseria, cada vez más evidente y patética... Las soluciones pasan inexorablemente por un desmontaje de esta nueva versión políticamente correcta de esa constante histórica que es el orden señorial ibérico. Llevarlo a cabo es harto difícil porque los grupos dominantes se han resistido de siempre a abandonar sus privilegios, pero al menos ahora los hemos desenmascarado y estamos esbozando una salida alternativa. Antes del 2008 nadie cuestionaba el timo del régimen de la Transición y a sus beneficiarios, siendo ahora un asunto que está en el orden del día. No es poco. Entre tanto dejemos que se pudran esos cimientos al tiempo que los ciudadanos mantenemos el nivel de crítica y exigencia. ¿Recuerdan la canción L'estaca de Lluís Llach? El franquismo no queda tan lejos.

Filósofo. http://ruinasdelnaufragio.blogspot.com/ @jaimeminana