Hubo un tiempo en el que la palabra seny, que en catalán significa "cordura, sensatez", se aplicaba a los valores que la sociedad catalana entendía como relativos al sentido común. Los abuelos lo transmitían a los nietos en forma de fábulas morales, alabando el bon seny como sinónimo del buen hacer. El antónimo de seny es rauxa, que significa pronto, arrebato. Aplicados en la tradicional sociedad cristiana de Cataluña, seny y rauxa eran los contrarios, una especie de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo perverso, lo meditado y lo irreflexivo.

En la política catalana solía imperar el seny, o eso nos decían, durante los años de la transición y los primeros de la democracia, aunque visto el final del señor Jordi Pujol, había mucho más de corrupción, mentira y fraude que de sentido común; porque quien robaba a los catalanes no era España, eran, presuntamente, el exhonorable y sus acólitos. Pero, si alguna vez existió esa sensatez, en los últimos tiempos todo está cambiando a una velocidad de vértigo hacia la rauxa, y buena culpa de ello la tienen una serie de políticos pagados de sí mismos, ensimismados con sus mentiras y metidos de lleno en la falsificación sistemática de su propia historia.

Ahora, encabezados por el señor Artur Mas, un incompetente reconvertido en mesías del esperpento, algunos independentistas catalanes han elaborado una lista común para las elecciones autonómicas que constituye un verdadero despropósito político. Me refiero a ésa en la que el señor Mas aparece en el número 4 y el secretario de Esquerra Republicana en el 5.

Dicen que es una lista para que la voten los independentistas, a modo de elecciones plebiscitarias, pero en realidad se trata de una perversión de la democracia. Porque en unas elecciones, no sé si se han enterado los señores de esa lista, se votan programas, ideas y personas, pero a los votantes se les pide que lo hagan por sentimientos, afectos y creencias; y eso, señores de la lista fetén, es propio de sectas, púlpitos y confesionarios.

Creo que los catalanes deben ser libres para elegir su futuro, y para decidir si quieren pertenecer a un Estado como España o crear uno nuevo llamado Cataluña, pero ese proceso debe hacerse con procedimientos democráticos y no esgrimiendo falsedades y trampas. Espero que los ciudadanos catalanes no se dejen engañar por los vendedores de humo, que escuchen a las voces de su memoria y que apliquen el seny.