A mis jóvenes colegas que contaban la Operación Salida desde TVE les habían dado instrucciones para que describieran el fenómeno con el mayor entusiasmo. El número desplazamientos, los atascos, la ocupación hotelera, la presencia de bañistas en la playa, la ida y vuelta de trenes y aviones, ¡los accidentes!... todo debía tener proporciones homéricas, bestiales, abrumadoras. Porque ese espectáculo de coches y coches haciendo cola ante los peajes de las autopistas debía ser la constatación de que España vuelve a ir bien, como nos dijo Rajoy al rematar el curso político. Así que los encargados (más bien las encargadas) de relatar el arranque del veraneo se apostaron en los tramos más conflictivos de las salidas de las ciudades y los accesos a la costa. Pero a la hora de salir en directo, detrás de ellos no había ningún barullo especial, sino una circulación fluida, solo un pelín más densa que la de un fin de semana.

No quiero decir con eso que la gente no se haya ido a pasar las vacaciones a la orillita del mar (o al pie de la montaña) ni que la llegada de turistas extranjeros no haya batido nuevos récords (aunque los hoteles tampoco se llenan). Pero la versión oficial de todo ello resulta grotesca de puro triunfalista. Porque además las cosas no son tan simples ni tan guays. De hecho, los datos, analizados un poquito más despacio, siguen siendo muy contradictorios. El supuesto crecimiento de la economía (indudable, a la vista de cómo aumentan los beneficios de bancos y grandes compañías) va por barrios. Se crea empleo... pero empleo basura. Suben las afiliaciones a la Seguridad Social... pero la recaudación sigue estancada y hay que tirar del fondo de reserva. Mejora el estado de ánimo de los consumidores... pero en junio, según el INE, el comercio minorista tiró p'abajo. O sea, que las playas están llenas, que quien puede se da un homenaje, que el Gobierno ha preparado unos presupuestos para el 2016 que serán la mundial. Y sin embargo, ni es oro todo lo que reluce, ni en las playas se multiplican panes y peces, ni esos presupuestos serán, a la hora de la verdad, el chollo que nos vende don Mariano.