No figuran entre los principales problemas del país ni entre las causas de la recuperación o las prioridades del gobierno. Los emigrantes han desaparecido como por arte de magia no sólo del país, sino también de las estadísticas, los informativos y las preocupaciones de los españoles. Pero aunque no aparezcan entre los datos con los que somos bombardeados cada día, no hay que ser un lince para ver la incidencia que el fenómeno de la emigración española ha tenido en la evolución positiva de algunos indicadores, especialmente en el descenso del número de parados. Incluso, algunos indicadores negativos, como el de los jóvenes que ni estudian ni trabajan, que encabeza nuestro país con un 25,79% --según acaba de publicar la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)-- o el del paro juvenil, que supera al 50%, serían todavía más drásticos si no fuera por el efecto de este fenómeno que parece invisible a nuestros gobernantes. Y es que mientras quien más y quien menos conoce algún caso cercano, lo que hace incuestionable la dimensión que la emigración ha alcanzado en los últimos años, apenas es posible encontrar cifras sobre esta y las que tenemos bailan como si fueran las de una manifestación. Así, el Instituto Nacional de Estadística (INE) apenas sitúa el número de españoles emigrados a causa de la crisis en el cuarto de millón --usando como referencia la inscripción en los consulados-- mientras otros estudios demográficos multiplican este número por tres, como el informe del Instituto de Demografía, Economía y Geografía del CSIC. Unas cifras que se disparan si incluimos a los extranjeros que han retornado a sus países tras perder sus empleos. Periodista y profesor