El todavía líder y portavoz de Izquierda Unida, Alberto Garzón, y escribo todavía porque todo apunta a que este bisoño y bizarro político está a punto de desmontar el partido que fundaron los comunistas, se lanza de vez en cuando a teorizar, a analizar, y es entonces cuando su teórica certera elección como recambio generacional de sus siglas no resiste el análisis, o hace aguas en la línea de flotación de las ideas.

Recientemente, en una entrevista concedida a El País, Garzón acumulaba contradicciones y vaguedades a partes iguales.

Comenzaba el entrevistado atribuyendo la línea del populismo de izquierdas a Iñigo Errejón, con el que se lleva a mal traer, apostando, sin nombrarlo, por Pablo Iglesias en el debate interno y en la actual pugna de Podemos.

Con respecto a la participación de Izquierda Unida en Unidos Podemos, sostenía que IU «debe ser superada para construir un nuevo sujeto político». Pero Garzón no quiere fundar o diluirse en un partido clásico, lo que a su juicio sería un gran error, sino «una nueva institución» (sic), alejada del populismo y de las tesis de Errejón, que le recuerdan mucho, insiste, sin profundizar en las mismas, a las de Santiago Carrillo y al eurocomunismo, que tampoco glosa.

Como para acabar de aclarar semejante galimatías, Garzón añade que ellos -¿quiénes?- deberán ser en el futuro -¿cuándo?- una izquierda radical, que vaya a la raíz de los problemas y que plantee «una ruptura democrática». ¿Qué será eso y cómo acabará? Simplemente, no se sabe. Garzón, tampoco. Teme, eso sí, que si las corrientes internas de Podemos no se unen pronto, el proyecto -¿cuál?- «implosione», y entonces IU tendría que salir de allí y «construirse un proyecto político con otra gente».

Al día siguiente, Errejón le contestaba, como a otro viejuno, que las recetas de Garzón están superadas, al pertenecer al pasado. «Nosotros no queremos refundar IU y no queremos construir una nueva mayoría popular», sentenció, como aviso a navegantes.

Las declaraciones de Garzón tampoco le hicieron gracia a Gaspar Llamazares, ex coordinador general y crítico con la actual dirección de IU. Llamazares arguyó que no se debe asimilar populismo con eurocomunismo y se extrañó de que un dirigente del PCE (en alusión a Garzón) sometiera a «causa general a la izquierda de la Transición y a la estrategia del PCE».