La intervención del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en el debate de las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos Generales del Estado puso ayer en evidencia la característica principal de estas cuentas: su carácter electoralista. Presentadas pocos meses antes de que concluya la legislatura y ante la probabilidad de que el PP pierda la mayoría absoluta, las cifras se convierten en poco más que un programa electoral transformado en cuentas oficiales. Unas cifras que no quedarán incólumes ante las nuevas mayorías, sean estas las que sean.

Por eso la sesión de ayer --poco merece el nombre de debate-- puede considerarse un acto de la campaña que se avecina, una vez dejemos atrás el 27-S. En este ámbito, Montoro se empleó a fondo en defensa de quien es su presidente y será su cabeza de cartel, Mariano Rajoy. No dudó el ministro en destacar que su "firmeza" (la del presidente) "evitó el rescate de España", y en advertir de las desgracias que acarrearían "las utopías inalcanzables" de la izquierda. Si Montoro cumplió su papel, también lo hizo el líder del PSOE, Pedro Sánchez, que además de defender su enmienda a la totalidad asumió la presentación sin complejos de los ejes de su proyecto electoral.

Más allá de la escenografía de precampaña, nos queda claro que la próxima legislatura será imprescindible abordar la revisión de la financiación de las pensiones, porque el constante recurso a la hucha de la Seguridad Social es obviamente insostenible. El Pacto de Toledo prevé que este debate quede fuera de las campañas electorales, pero ayer pudimos comprobar que esta vez no será así, con lo que podemos perder buena parte de la tranquilidad y mesura que la cuestión requiere.

Y dentro de las dudas que despiertan los Presupuestos, preocupa ahora aún más la previsión optimista de los ingresos que ampara el incremento de gasto social, el cumplimiento del déficit (2,8% del PIB), la eliminación de recortes e incluso hipotéticas rebajas de impuestos. Si ya decíamos que las estimaciones se apoyaban en un crecimiento debido en buena medida a factores externos a la economía española --política monetaria expansiva del BCE con depreciación del euro y petróleo barato--, la crisis de China, aún díficil de evaluar, amplía la incertidumbre ante el feliz escenario imaginado por el Gobierno.