Cual encantador de serpientes con pungi en mano (ese instrumento musical tan característico cuyo sonido las hipnotiza), Lambán pronunciaba su discurso de investidura como presidente de la comunidad, con "emoción política" y mantras tan envolventes como el de "más diálogo social, sin mentiras, estafas ni engaños". Por supuesto, hablando "del bien común tangible y cierto. Todo, regándolo de citas de diversas personalidades transgresoras (desde un Ramón y Cajal a un Papa Francisco, un Azaña o un Tocqueville) e intentando contagiar su entusiasmo, alertando de los peligros de los "discursos dirigidos al corazón, generadores de ilusiones falsas o de miedos infundados" y predicando entre los diputados con el concepto de gloria política. De manual de retórica clásica, solo que con poca sustancia y contenido, "falta de concreción, vaguedades y generalidades" a la hora de plantear medidas. De eso le acusan Bermúdez de Castro (PP), Aliaga (PAR), Gaspar (Ciudadanos) y Luquin (IU). Y es que mencionó las grandes reformas que necesita Aragón en Sanidad, Educación, Servicios Sociales, modelos productivos, estructuras administrativas y relaciones con Madrid, pero nada de cómo resolver el problema presupuestario o el déficit. Esto es, palabritas que "suenan bien", como afirma Echenique (Podemos), pero que habrá que esperar a que se conviertan en "políticas reales", y ver, como apunta Soro (CHA), si representan "un cambio de ciclo evidente". Comienza el show.

Periodista y profesora de universidad