Seis días después de la resaca electoral, los analistas de Podemos siguen preguntándose por qué no se cumplieron las encuestas que auguraban un notable avance en votos y escaños de su coalición con IU y las Confluencias.

Desolados por el resultado final, unos pocos hablan de "pucherazo", sin argumentos ni pruebas, y otros aluden al miedo. ¿Miedo? ¿Cómo es posible que en diciembre del año pasado ese millón doscientos mil votantes potenciales que se han ido, presumiblemente, a la abstención no tuvieran miedo y en junio sí? Los dirigentes de Podemos, encantados de haberse conocido, se miran al ombligo y no asumen que la culpa de que no se hayan cumplido las previsiones es suya y solo suya.

Crecidos por un éxito sin precedentes, lo es pasar de la nada a lograr más de cinco millones de votos y conservarlos, algunos miembros de Podemos se han mostrado prepotentes al descalificar a todos cuantos no repetían sus consignas y al depreciar e insultar a los votantes de otras opciones; muy mala manera de ganarse nuevos adeptos, por cierto.

Que Podemos y sus aliados no hayan sumado los votos de diciembre, pese la vomitiva corrupción y a la indecencia política que habita en muchos rincones del PP y del PSOE, tiene que ver con el oportunismo y los cambios de sentido de esta formación. Pablo Iglesias, su líder carismático, se levantaba un día socialista y otro socialdemócrata, a veces generoso, dialogante y amable, y otras ejercía el poder en el partido al estilo de la más vieja casta, imponiendo en las listas a personas de su confianza sin la voluntad democrática de los militantes, como hizo con José Julio Rodríguez en Almería o con Tania Sánchez en Madrid.

Pero pese al desánimo que cunde entre sus militantes, esta formación ha vuelto a lograr un espectacular resultado electoral y ha conseguido consolidarse como alternativa. Claro que, para continuar en ello, Podemos no debería caer en la tentación de liquidar a los discrepantes, como sugiere Pablo Echenique en unas vergonzosas declaraciones que son muy propias de los aparatos de los viejos partidos. Cinco millones de votos son una sólida base para seguir creciendo, pero si mantiene esta deriva victimista y defiende posturas tan autocráticas como las de Echenique, Podemos dejará de ser la esperanza de muchos para convertirse en un frustrado intento de nada. De su actitud y su praxis depende que gane el futuro o se convierta en una mera anécdota política.Escritor e historiador