En esta apasionante aventura que acaba de iniciar como entrenador del Real Zaragoza, Imanol Idiakez hereda un equipo que ha hecho muchas cosas bien, que era mejor al final de la Liga pasada que al principio, con una base de plantilla fuerte, joven y todavía con margen de progresión, una sólida implantación de canteranos, ya consolidados como profesionales, y un buen puñado de futbolistas que han trazado curvas ascendentes de rendimiento. Un aspirante de nuevo a los puestos de honor si Cristian Álvarez decide continuar su carrera por estas tierras y el recambio de Borja Iglesias, con Marc Gual como prioridad absoluta, hace goles en buen número.

El Real Zaragoza que se encuentra Idiakez dio en la última campaña un paso adelante a nivel deportivo. También social, generando a su favor una corriente de aliento huracanada y maravillosa. Incondicional. La frustración por la sorprendente eliminación en el playoff a manos del Numancia puede que oculte algo el bosque que creció durante meses, pero haberlo haylo. Imanol tendrá que construir su Zaragoza, pero no empezará sin nada. Hay trabajo hecho, cimientos puestos y una energía alrededor en la que el entrenador se ha encargado rápidamente de poner el énfasis. Su carrera en los banquillos dice que es un técnico valiente, tácticamente de su tiempo y con gusto por proponer, como agrada a La Romareda, a la que deberá cautivar con victorias. De momento, Idiakez ha llegado a la ciudad sabiendo bien dónde viene, dónde pisa y cómo es su plantilla. Y con mucha energía.