No sé cómo se guardan las cosas en el recuerdo. No llego a entender de qué manera se construye la memoria y por qué te acuerdas de unas cosas y no de otras. Cosas importantes o menores, buenas o malas. Algunas las tienes almacenadas y otras las olvidas.

Recuerdo que mis siete años lloraron amargamente frente a un plato de paella en el comedor del colegio. Casi nunca me gustaba la comida y no la probaba apenas, pero ese día sí me gustaba y me comí mi plato entero. Una profesora no me creyó cuando le dije que ese plato que estaba sin tocar no era mío. Y me lo hizo comer. Lloré de impotencia por que no se me creyera. Todavía hoy me acuerdo de ese llanto y de esa sensación de angustia.

ERA MUY PEQUEÑA pero me acuerdo de la caída del Muro de Berlín, de mi bisabuela, de La bola de cristal, de mi hermana escondiendo galletas en el hueco para la cinta del vídeo en formato VHS. No tenía ni cinco años cuando el volcán Nevado del Ruiz, en Colombia, entró en erupción y una avalancha de tierra y escombros se tragó a la ciudad de Armero. Omaira Sánchez, una niña de trece años, quedó atrapada por el lodo y agonizó, delante de las cámaras, durante casi tres días. Me acuerdo de impresionarme al verla en el televisor y de hablar de ella con mi profesora.

Yo no me acordaba, pero el otro día me recordaron cómo fui la cabecilla de un motín que hizo que toda mi clase hiciera pellas en la asignatura de Lengua y exigiera al profesor una serie de mejoras. No me acuerdo de muchos nombres de gente con la que he compartido momentos. De hecho, se me han olvidado muchos de esos momentos.

Este año también ha habido violaciones en San Fermín. Leo noticias sobre estas agresiones y me encuentro con algunos textos que recuerdan el caso Nagore. No sé de qué hablan. Busco información. Se refieren a Nagore Laffage, una joven estudiante de enfermería que fue asesinada la noche del Chupinazo en 2008. Salió con sus amigas y ya por la mañana se cruzó con José Diego Yllanes, un joven psiquiatra de buena familia que trabajaba en el mismo hospital donde Nagore hacía las prácticas. Fueron a casa de él donde Nagore murió asfixiada después de una paliza que dejó su cuerpo lleno de hematomas. Su asesino intentó trocear su cadáver y le cortó un dedo. Abandonó su cuerpo a las afueras de Pamplona. No sé cómo no recuerdo esta brutalidad. Leo sobre el caso, veo reportajes y un documental. Me obsesiono con reparar este olvido.

CUATRO ACUSACIONES pidieron una condena por asesinato que finalmente se quedó en homicidio, por considerar como atenuantes el alcohol y la reparación económica del daño. La madre de Nagore tuvo que aguantar cómo el jurado popular le preguntó si su hija era muy ligona. Intentos de culpabilizar a la víctima. Con el recuerdo no puedes enfadarte, me dijo el otro día mi madre. Pero yo me he cabreado muy fuerte estos días con no recordar a Nagore. A ella y a todas las Nagores. Olvidarlas es como condenarlas a ellas.