Hace poco más de dos años escribí en esta misma página un artículo titulado España está bien, pero va mal. Quería llamar la atención sobre la situación engañosa en que vivimos. España crece más que la media de países europeos. Pero se trata de un crecimiento con pies de barro; y nunca mejor dicho, a la vista de que las bases de ese crecimiento están precisamente en el tocho.

Pero las cosas han ido a peor desde entonces. A fuerza de ir bien durante mucho tiempo sin merecerlo demasiado, se han ido reproduciendo en la sociedad española los síntomas de una vieja enfermedad que creíamos haber erradicado por completo. La mejor definición de esta enfermedad es la creencia colectiva de que se puede vivir bien sin tener que trabajar duro a lo largo de toda la vida activa de las personas; es decir, que se puede vivir de rentas o del trabajo de otros. La padecen especialmente los jóvenes y altos directivos de mediana edad. No es la primera vez que nos pasa. Ya ocurrió con el descubrimiento de América y el intento de vivir de las rentas del oro y del trabajo de los indios. Pero ahora hay indicios para creer que se ha vuelto a reproducir. Las negociaciones entre trabajadores y empresa para llevar a cabo un ajuste laboral en Seat me han vuelto a traer a la memoria algunos síntomas de esa antigua enfermedad española.

Si he entendido bien lo que he ido leyendo estos días, ante la propuesta inicial de la empresa de hacer uso de la cláusula del actual convenio que permite ajustes laborales en caso de caída de ventas, los sindicatos intentaron que ese ajuste se hiciese mediante prejubilaciones. Como la empresa se opuso, finalmente se ha encontrado una mezcla de medidas (escribo sin conocer todavía el acuerdo final) que combinan jubilaciones anticipadas con rescisiones subvencionadas temporales o definitivas de contratos y otras medidas de flexibilidad. Ahora queda por conocer el criterio que la empresa va a utilizar para decidir a quién rescinde el contrato. Según escucho, uno de esos criterios va a ser el nivel de absentismo de los trabajadores de Seat. Si es así, veremos algunas sorpresas. Vayamos por partes.

El abuso de las prejubilaciones en España constituye uno de los síntomas claros de esa enfermedad. Se trata del intento de vivir, y si es posible bien, sin trabajar; es decir, vivir a cuenta de los recursos de todos --la Seguridad Social--, o del trabajo de aquellos que se quedan en la empresa, en la mayoría de los casos percibiendo un sueldo inferior a la cantidad que cobran los que se prejubilan, especialmente cuando se trata de las prejubilaciones de oro que reciben los directivos.

NO ESTOY ENcontra de cualquier tipo de prejubilación, sino de cómo se han llevado a cabo en España. Las que me parecen admisibles y hasta necesarias son aquellas que deben poder negociar trabajador y empresa, porque les interese a una u otra parte buscar una rescisión pactada de la vida laboral, con derecho a cobrar una pensión con cargo a la cotización que el empleado haya hecho y a las cantidades que la empresa pueda aportar con sus propios fondos. En este sentido, las empresas deberían poder constituir fondos para prejubilaciones que tengan algún beneficio fiscal.

Las prejubilaciones que me parecen inadmisibles son las que se llevan a cabo a través de los expedientes de regulación de empleo (ERE), con la complicidad de gobiernos, empresas y sindicatos. Son una discriminación contra la edad: ¿por qué motivo se tiene que ir un buen empleado por el solo hecho de tener 50 y pocos años y no se van aquellos que teniendo menor edad son peores trabajadores o tienen un grado elevado de absentismo laboral? Por ese motivo, son un verdadero despilfarro de capital humano que perjudica a la productividad de las empresas y del país. Son, también, una fuente de quiebra futura de la Seguridad Social y del riesgo de que los ahora están trabajando cobren una pensión inferior a la que les correspondería. Y son un riesgo para las personas prejubiladas, porque la esperanza de vida media de éstas desciende en relación con la de los jubilados a la edad de 65 años.

Pero lo que me parece peor es que esa práctica social consentida entre todos ha creado una cultura de la prejubilación (curioso que se le llame cultura ) que tendrá efectos duraderos: la creencia de las generaciones jóvenes de que se puede vivir sin trabajar duro durante toda la vida laboral. Es decir, la creencia de los más jóvenes de que se puede trabajar 20 o 25 años y después dedicarse a vivir del trabajo de los demás.

Y algo de eso he creído entender en lo que he leído y escuchado estos días alrededor de las negociaciones de Seat. Al parecer, el mayor nivel de absentismo está entre los empleados más jóvenes, no en los que están próximos a jubilarse. Y en este caso no se puede atribuir esa conducta al hecho de que haya muchos contratos temporales. Seat es una de las empresas españolas con mayor nivel de contratos fijos. Ese absentismo de los más jóvenes constituye uno de los síntomas de esa enfermedad española de la que les hablo.

Y NO SONlos únicos. Otros son la creencia de que los inmigrantes pagarán nuestras pensiones; o que podemos seguir viendo bien vendiendo el patrimonio patrio al construir pisos para que los disfruten los pensionistas del norte; o que los niños han de ir a la escuela y los jóvenes a la universidad a pasarlo bien y a ser felices, en vez de a familiarizarse con el esfuerzo de un duro aprendizaje.

Esto no puede seguir así. Estamos bien, pero continuamos yendo mal. Hay que acabar con la cultura de la prejubilación y comenzar a inocular la cultura de la responsabilidad individual.

*Catedrático de Política Económica