Las televisiones públicas, empezando por nuestra derechizada TVE, tienen una enorme querencia a las informaciones sobre los éxitos de la hostelería patria. Así que no cesan de ponernos planos generales de las playas mediterráneas, tan repletas, abarrotadas, sudorosas, rebozadas en loción solar y arena... tan alucinantes, en fin, que uno se pregunta qué cosa puede mover a todas esas personas a pasar el veraneo engullidas por la muchedumbre. El otro día, un amigo mío estaba tan impactado por unas imágenes de Benidorm que hube de aplicarme a consolarle, hacerle hablar de sus travesías por lo más alto del Pirineo y contarle mis frescas experiencias en la maravillosa cornisa cantábrica. Solo así, y al cabo de un rato, se le pasó el berrinche.

Dejando a un lado los aspavientos que provocaron las acciones de los chicos de la CUP y otros periféricos, lo cierto es que muchos observadores y analistas de orden e incluso profesionales cualificados de la propia hostelería se están asustando. En unos cuantos años, España ha pasado de recibir 50 millones de turistas (que ya era mucho) a superar los 80 millones (que es una barbaridad). Vale que a muchas personas les encanta ir a donde ven más mogollón, pero la cosa se ha ido de madre en playas, en ciudades y en cualquier otro lugar colapsado por la demanda veraneante.

El actual Gobierno español parece sin embargo encantado, y sus corifeos en los medios, lo mismo. Dando por supuesto que el turismo vuelve a ser el sector que más empleo crea (temporal y barato, pero eso no les importa a quienes venden recuperación) y que mejor está reaccionando en los últimos años, y estando como está tan vinculado a la otra gran industria nacional, la construcción, es normal que los jefes políticos se froten las manos ante el delirio costero. Cualquier consideración crítica, la más mínima reflexión sobre la imposibilidad de seguir aglomerando guiris e indígenas bajo el sol, es recibida en los ámbitos oficiales y oficiosos con un profundo desdén.

Hala pues: al año que viene, más. Y más y más... Hasta que reviente.