Situar en el cartel electoral la cara del hombre que hizo de la xenofobia y el racismo su mayor activo político esconde un misterio político difícil de desentrañar. Si a alguien le quedaba alguna duda sobre lo bien que cree el PP que le va fuera de Cataluña con la confrontación dentro de Cataluña, semejante apuesta se la habrá despejado. Es como poner a un pirómano al frente de las operaciones en medio de un gran incendio. Si esta estabilidad ofrece Rajoy, bienvenida sea la agitación. En medio de un monumental follón, el gran compromiso electoral del PP es encomendarse a un follonero, García Albiol. Se antoja un esfuerzo agotador pedirle al cansado votante popular que, además de tragar con los recortes y la corrupción, deba justificar las barrabasadas que dice y dirá un candidato que es tan amigo de lo bárbaro. Si la idea es contener la fuga de votantes hacia Ciudadanos no podrían haber elegido peor. El nuevo candidato parece el brutal Mister Hyde del educado Doctor Jekyll que ven en Albert Rivera sus electores. Solo cobra sentido una explicación. En realidad no se ha elegido a Albiol pensando en las elecciones catalanas, sino en las generales. No se trata de salvar al partido de un desastre en Cataluña porque el PP siempre ha tenido más bien poco que salvar. Se intenta amplificar el ruido y la furia que lleguen al resto del Estado para multiplicar la sensación de desastre y urgencia entre sus electores. Crea el problema y luego se ofrece como la única solución. Una de las especialidades más contrastadas de Rajoy.

*Politólogo