Quienes vamos cumpliendo cierta edad hemos dejado de luchar contra la nostalgia porque, tras un primer abismo hacia la depresión de la edad madura, madurísima, esta fuerza evocadora se nos ha revelado como capaz de reconstruir el pasado. Durante toda su vida, Marcel Proust no hizo otra cosa que recuperar aquel tiempo perdido que siempre fue mejor, donde nuestros primeros sentimientos, el amor, la amistad, el dolor, el deseo, el odio, el perdón empezaron a tomar carta de naturaleza en otras ciudades, o en la misma, pero con menos casas, otras calles, otras gentes y... quioscos, muchos quioscos.

Ahora, Juan Pedro Ferrer Pujol y Miguel Fernández Martínez, autores de un singular libro titulado Aquellos maravillosos quioscos (Edaf) se han dejado llevar al máximo grado por el ejercicio nostálgico para invitarnos a abrir la página de nuestro pasado por el capítulo de la infancia y entrar de nuevo en cualquiera de aquellos maravillosos quioscos donde nuestro universo infantil se endulzaba con golosinas de todos los colores, se endurecía con soldaditos de todos los ejércitos, se divertía con tebeos de todos nuestros héroes, desde los mortadelos del maestro Ibáñez a los inmortales de Marvel.

El libro, que está generosamente ilustrado, no es solo un catálogo fotográfico de entretenimientos y curiosidades, a modo de un juvenil gabinete de las maravillas, sino una memoria enriquecida por la perspectiva del tiempo, un paseo a través de la España de los años 50, 60 y 70 acompañando a los carritos de los piperos (un poco los precursores), por descampados y esquinas, a los barquilleros y altramuceros, a los vendedores de ilusiones sobre cuatro ruedas que, de pronto, se estacionaron y abrieron la puerta en forma de quiosco de prensa, juguetería, papelería, golosinas y novelas de Corín Tellado y del Coyote. Junto, naturalmente, con las muñecas Famosa y los Geyperman, las lupas rellenas de anises, los yoyós, las bolas locas, los cuadernos Rubio, las pistolas de agua, las ranitas Clic-Clac, los halcones del espacio, los chicles, las canicas, las cerillas, los plumieres, los dardos, las postales, los cromos, los anillos de agua, los cohetes, las peonzas, los rotuladores, las gafas de sol, las pistolas de mistos, los esqueletos, Exin Castillos, los futbolines y pin-balls, las serpentinas y las bombas fétidas...

Un entrañable viaje a un pasado inolvidable.