De nuestros ilustres antepasados los visigodos es mucho lo que hemos ido sabiendo, casi tanto como lo que todavía ignoramos. Se trata, en cualquier caso, de una civilización fascinante, que epiloga el dominio romano abriéndolo a una nueva página de una historia marcada por la fragmentación de Roma y del imperio bizantino, y por el ascenso del cristianismo y del Islam.

En época del rey Chindasvinto, esto es, mediado el siglo VII, Zaragoza, la Cesaracosta visigoda, siguió siendo, como ya ocurriera en la romanizada Hispania, una capital de primer orden, con una gran trascendencia militar en el control del arco mediterráneao y los caminos del norte.

Cesaracosta es el privilegiado marco atmosférico, el apasionante espacio elegido por Isabel Abenia como ambientación de su nueva novela histórica, un registro literario para el que la autora aragonesa, que ya nos deslumbró con su anterior entrega, El alquimista holandés, sobre la vida del Bosco, está extraordinariamente dotada. Y así lo demuestra con creces en su nuevo libro, Erik el godo (editorial Nowtilus).

El trabajo de documentación de Erik el godo, de una minuciosidad extrema, enriquece las páginas de esta hermosa y sólida novela, aportando toda clase de datos sobre la sociedad visigoda, su sistema de educación basado en el trivium y quadrivium, el comercio, la religión, el amor o las intrigas de la corte de Toletum, sede de la dinastía real. La Spania goda se amolda sobre las ruinas de la Hispania romana, sobre sus básicos cánones, pero es más nórdica y rubia, como lo son algunos de sus principales protagonistas.

Entre los cuales, al gusto de los clásicos relatos históricos, se entreveran caracteres nacidos de la fértil imaginación de la autora con personajes reales, como, por ejemplo, el obispo zaragozano San Braulio, de gran influencia en las cortes de Chindasvinto y Recesvinto, participante en decisivos Concilios y celoso guardián de las reliquias de los Santos Mártires de Zaragoza, amén de discípulo de Isidoro de Sevilla.

Una novela coral, ambiciosa y redonda, escrita con elegancia y fluidez por la mano de una escritora con mayúsculas, Isabel Abenia, deslumbrante en sus recursos técnicos, capaz de emocionarnos con su sensibilidad y de regalarnos, envuelto en literatura, un trozo de nuestro pasado.