O PP y PSOE no han entendido nada o son víctimas de una enajenación transitoria por los resultados del pasado domingo en las elecciones andaluzas. En el último pleno de la legislatura en Aragón, celebrado el viernes, los partidos mayoritarios dieron muestra de ello. Volvieron a tirarse los trastos a la cabeza por las herencias, recibidas o pendientes, en forma de facturas en los cajones, saneamiento de las cuentas y otras cuitas económicas, ignorando que estos rifirrafes no hacen más que fortalecer a los partidos vírgenes que se presentan ante la opinión pública libres como el viento por no haber desempeñado hasta ahora ninguna responsabilidad en la gestión pública. El error, en plena fascinación demoscópica del país por los partidos emergentes, es de bulto.

Abrió fuego el líder socialista, Javier Lambán, que afeó a la presidenta popular Luisa Fernanda Rudi los contundentes datos de la auditoría de la Cámara de Cuentas sobre pagos millonarios pendientes en Sanidad y otros servicios esenciales. "Por la boca muere el pez", le espetó el jefe del PSOE, refrotándole con sus mismos argumentos. Y por la boca le respondió su homóloga del PP, trayendo a colación una carta de un cargo de confianza con rango de director general en el anterior equipo de Marcelino Iglesias en la que detallaba las facturas pendientes de su departamento. "Las grandes quedarán para que el próximo Gobierno, si lo tiene a bien, las lleve a convalidación", escribía en el 2011 el miembro del gabinete socialista. En los cajones del Pignatelli no solo quedaron los pagos pendientes, o los informes oficiales, también algunos manuscritos comprometedores que han esperado 40 meses a ser revelados.

No se dan cuenta, ambos partidos, de que la escalada de acusaciones sobre mala gestión o los incumplimientos, el "y tú más" parlamentario, afecta por igual a unos y a otros. Y si se dan cuenta, no entienden el daño mutuo que se hacen cada vez que se produce una escalada de acusaciones sobre mala gestión. En medio del culto a lo nuevo, de una suerte de efebocracia donde triunfa la juventud y hasta la bisoñez, en este caso política, la dialéctica exacerbada entre gobierno y oposición perjudica a ambos. El efecto bumerang les afecta por igual, dando alas a quienes no tienen pasado en la administración y por lo tanto no solo tienen las manos limpias, sino una irrefutable ausencia de "antecedentes" negativos en la gestión.

Y es que las opciones electorales siguen abiertas ante los procesos autonómicos y municipales de mayo. Tras lo ocurrido en Andalucía el pasado fin de semana puede concluirse que el bipartidismo ha aguantado mejor de lo que vaticinaban las últimas encuestas. De entrada porque el efecto Podemos parece estabilizado, con una presencia importante en el parlamento andaluz pero por debajo de lo estimado en los sondeos previos. No así el de Ciudadanos, que parece haber tomado el relevo, detrayendo votos directamente a otros partidos y particularmente al PP. Su programa económico y social, con matices, es muy similar al del partido conservador y esa circunstancia atrae a los electores pese a la bisoñez de un partido que conforma más y más candidaturas por el Estado a medida que crece la popularidad y el carisma de su líder, Albert Rivera

En pleno crecimiento de estos partidos emergentes, se equivocaran tanto el PSOE como el PP si consideran que el recorrido de Podemos ha tocado techo porque en el fondo sus resultados en Andalucía son similares a los que obtuvo la Izquierda Unida de Julio Anguita en sus momentos culminantes. O si entienden que el que le pueda quedar a Ciudadanos depende del declive constante de una UPD en crisis. La pulsión de cambio en la sociedad sigue presente. Es cierto que el PSOE ha ganado las elecciones en Andalucía por un amplio margen igualando el reparto de escaños del 2012, pero no es menos cierto que ha perdido porcentaje de voto respecto de esos últimos comicios. También lo es que pese al batacazo, el PP sigue siendo segunda fuerza en todas las provincias andaluzas y mantiene expectativas de revalidar alcaldías importantes en las inminentes municipales. Los populares consideran que pueden mantenerse como la primera fuerza en Aragón, y las encuestas encargadas en los principales municipios de la región, avalan esa confianza, aunque es probable que no detectaran la fuerza del fenómeno Ciudadanos.

Ahora bien, una victoria holgada de cualquiera de los dos partidos mayoritarios dependerá sobre todo de los errores que cometan, y uno de ellos, de bulto, es mantener ese tono beligerante entre ambos sin entender que muchos ciudadanos que les han votado reniegan de espectáculos parlamentarios como los vividos en la última sesión plenaria de las Cortes autonómicas. Ha sido una legislatura áspera, difícil para el Gobierno y también para una oposición muy afectada por las sucesivas crisis internas del PSOE hasta dar con la foto actual. Y todo parece indicar que el tono durante los 50 días que restan hasta las elecciones no variará demasiado.