Quienes hoy se quejan porque la actual avenida del Ebro ha causado más estragos que otras anteriores tienen razón. Quienes claman ante la falta de previsión de las autoridades estatales, la impredecibilidad de la Confederación Hidrográfica del Ebro o las limitaciones del propio Gobierno aragonés también la tienen. Por eso, ahora, además de lamentar lo sucedido, de criticar a quienes no supieron planificar para prevenir responsabilidades y de solidarizarnos con los ribereños perjudicados, toca exigir que se tomen medidas en serio. El río, como comprobamos, tiene su propio humor y sus propias reglas, el clima da bandazos imprevisibles (la sucesión en 72 horas de nevadas extraordinarias y una anormal subida de temperaturas resulta desconcertante), no es fácil resolver sobre la marcha problemas de tal envergadura... Cierto, pero precisamente porque se sabe que las cosas son así se hace imprescindible una planificación hidrológica digna de tal nombre. Lo que no sirve es que los políticos lleguen a la ribera, suelten excusas o agiten los ánimos, y luego, cuando las aguas vuelvan a su cauce, todo quede sumido en el olvido. Hasta la próxima.

Ha llamado la atención el desajuste de los datos manejados por la CHE antes de que la avenida alcanzara su puntas sucesivas. No se previó la importancia de la avenida, tanto en lo que se refiere a su volumen como a sus posibles efectos. Por ello, la respuesta inicial se quedó corta y los vecinos de las localidades afectadas tuvieron en muchos momentos una sensación de abandono que exacerbó su desesperación.

Por otro lado, los políticos han utilizado y utilizan momentos como éste para apuntarse tantos fáciles, ofreciendo supuestas soluciones y haciendo irresponsables promesas. El mito, por ejemplo, de un dragado integral que dome y canalice el río no se tiene en pie. Es una obra irrealizable y de enorme coste.

El Ebro sí que se debe limpiar de materiales arrastrados por las aguas. También es factible (y legal) retirar gravas acumuladas. Pero esto, que ya se ha hecho en anteriores ocasiones, no basta para resolver el problema. Es imprescindible prever las futuras crecidas alternando la protección de las zonas habitadas con áreas de expansión donde laminar las avenidas. Hay que preservar el dominio hidráulico. Hay que contar con programas de simulación que permitan anticiparse a los hechos... O nunca estaremos a salvo.