Está claro que no. La centrista Angela Merkel impuso a Jean-Claude Juncker como candidato del Partido Popular Europeo a presidir la Comisión. Ahora propone a Manfred Weber, del conservador CSU (a la derecha del CDU), para las elecciones europeas de mayo. Merkel es la jefe de Gobierno más relevante de la derecha europea. ¿Punto final?

Eduardo Foncillas, que fue director del Banco de Bilbao en Alemania y luego el primer embajador de Felipe González en Bonn, me dice hace años que Merkel no es una CDU típica. Hija de un pastor protestante que emigró al Este (no era lo usual) fue aupada por la CDU cuando la reunificación, y luego la crisis de Helmut Kohl, las circunstancias y las victorias electorales la hicieron líder indiscutible. Pragmática, ha gobernado con liberales o socialistas, y en el 2015, cuando el aluvión de un millón de refugiados -muchos de ellos sirios-, decidió abrir las fronteras.

Nofue aprobada por la Alemania conservadora y lo pagó en las elecciones del 2017, cuando la CDU retrocedió seriamente en beneficio de la derecha extrema de Alternativa por Alemania. Y esta semana, en Chemnitz (localidad sajona en la antigua Alemania comunista), los manifestantes que protestaban contra el asesinato de un alemán cometido por dos refugiados acusan a Merkel de ser la gran traidora y de «musulmanizar» Alemania.

La reacción contra la migración no es un fenómeno alemán. En la vecina Austria, el PP se ha aliado con la extrema derecha que exige una política contra la inmigración. En Italia, dos partidos populistas, la Liga de Matteo Salvini (extrema derecha) y el Movimiento 5 Estrellas han formado un Gobierno que se define por las reticencias al euro y preconiza expulsar a inmigrantes. En Francia solo el fenómeno Macron -que palidece- frenó hace un año a Marine Le Pen.

En la Europa actual la frontera no está entre centroderecha (PPE) y centroizquierda (socialdemocracia), sino en la actitud ante los inmigrantes. Acogerlos e integrarlos es hoy -más incluso que la crisis- el desafío de una UE que es atacada por el populismo en un doble frente: el euro y, aún más, la migración.

La socialdemócrata Suecia es un país bastante igualitario, la economía va y el paro está por debajo del 5%. Los socialistas, el primer partido desde 1922, en las elecciones del domingo siguen en cabeza, pero con el peor resultado de su historia. Los Suecos Demócratas, un partido nacionalista y contrario a la inmigración, han obetenido el 18% de los votos. Y la razón es la reacción contra la llegada en los últimos años de 150.000 inmigrantes (una ratio muy alta para un país de nueve millones de habitantes), a los que se criminaliza y acusa de todo, incluso de complicidad con el terrorismo.

En Europa el combate está hoy entre quienes predican el rechazo y la expulsión de inmigrantes (Salvini, Le Pen, la AFD alemana…) y quienes, sabiendo que hay que ordenarla (o sea, controlarla), aceptan la migración por razones humanitarias y económicas. El envejecimiento fuerza que la renovación generacional venga de fuera. La política identitaria parte a las sociedades y en esta división Merkel (no la CSU bávara) y el SPD están próximos.

La política de acogida es la gran cuestión. Por una parte, el populismo que rechaza la migración, la culpa de todos los males y se puede cargar Schengen (la libre circulación de personas y la abolición de fronteras). Por la otra, los gobiernos y partidos que saben que hay que digerir el fenómeno migratorio. Hoy, las viejas fronteras ideológicas pesan menos. La izquierda y la derecha siguen existiendo, pero la actitud ante la migración es más relevante porque amenaza con romper la UE. Que el Gobierno de Italia (la tercera economía europea) esté en manos de Salvini puede hacer saltar todo.

Frente al populismo en expansión -más por la migración que por la economía- está Merkel (y el SPD), Macron, el Ejecutivo de Pedro Sánchez, el portugués… El centroderecha español deberá definirse y su gran error sería que, por aversión al PSOE, coqueteara (hay indicios) con las ideas de Salvini o, no tan grave, con las de Sebastian Kurz, el joven y nuevo canciller austriaco aliado a la que extrema derecha. Y en este asunto, Merkel está en la posición correcta, que no es tampoco la del buenismo irreflexivo.

Merkel es, en la política convencional, la líder del centroderecha, pero es también la clave de la resistencia al populismo nacionalista. No es de izquierdas, pero en la compleja Europa es el gran activo del progresismo racionalista.

*Periodista