Las izquierdas globales (sean socialdemócratas occidentales defendiendo el Estado del Bienestar, populistas latinoamericanos intentando crearlo, comunistas o de cualquier otra doctrina) carecen de alternativa porque el capitalismo, en su versión posmoderna, ultraliberal y neotecnológica, es un hecho consumado e irrebatible... de momento. Las filosofías políticas y los instrumentos militares que permitieron fraguar las revoluciones de la Edad Contemporánea ya no existen. La posibilidad de reconstruir movimientos reformistas a la europea, tampoco.

¿Qué ha tenido el capitalismo para sobrevivir a los cambios de la modernidad tardía e imponerse incluso allí (China, Vietnam...) donde triunfaron sus contrarios? Pues la estupenda posibilidad de presentarse como un mal menor, incluso un mal potencialmente atractivo.

Les pongo un ejemplo, quizás descarnado pero sin duda gráfico. Al final de la Segunda Guerra Mundial estados enteros de Europa fueron liberados de los nazis o conquistados por los aliados. Las tropas soviéticas avanzaron desde el Este. Su cruel (y lógica) venganza llevó a millones de hombres (alemanes, austriacos y de otros países) a un horrible cautiverio, y simultáneamente produjo la salvaje violación de cientos de miles de mujeres desde Prusia Oriental hasta Berlín. En el otro frente, los norteamericanos, canadienses y demás recorrieron el continente desde Normandía a Baviera. A sangre y fuego. Provocaron enormes destrucciones y terribles masacres. ¡Ah!, pero con sus tanques regresó una libertad desaparecida durante años, y sus hazañas amorosas se desarrollaron, en general, de manera amable, fomentadas por el hecho de que eran guapos, altos, vencedores... y venían cargados de comida, tabaco rubio, medias de nylon y otros productos de los que la machacada Europa carecía por completo. Ahí se vió claramente que el capitalismo, en su versión democrática y consumista, tenía muchas ventajas. Poseía esa... cosa que acabaría llevándose por delante el socialismo duro y, ahora, el democrático. En esas estamos.