Todos los años por estas fechas ocurre lo mismo: hay colegios donde faltan plazas para satisfacer las demandas familiares, en función de la vigente legislación que es bastante discutible, y otros donde sobran. Es evidente que esos desfases no se producirían si la legislación fuera más flexible. El único objetivo de este artículo es ofrecer algunos datos procedentes de diversas investigaciones, demostrativos de que bajar o subir el número de alumnos por aula (por supuesto, dentro de determinados umbrales) no mejora ni empeora la calidad del sistema educativo. Mi deseo es que los datos que ofrezco a continuación contribuyan a modificar la rígida legislación vigente sobre un tema que cada año afecta a miles de familias.

Chingos (2013) llevó a cabo una revisión de más de 200 investigaciones cuyo objetivo consistió en comprobar el efecto que la relación alumnos-profesor, o el número de alumnos por aula, tiene en el rendimiento escolar. De esa amplia revisión, solo voy a citar los resultados concretos de una porque entiendo que muestran de forma meridianamente clara el efecto tan distorsionador que produce la obligatoriedad legal de exigir un número fijo de alumnos por aula. El objetivo de la misma era analizar los efectos de una ley aprobada en el año 2003 en Florida, que exigía un número máximo de alumnos por aula de 25 en enseñanza secundaria obligatoria, de 20 en primaria y de 15 en preescolar (el promedio de la diferencia con respecto a la ratio anterior fue de 10 alumnos). Esa reducción obligó a contratar a miles de jóvenes profesores para atender las nuevas aulas que hubo que crear, lo cual supuso un gasto de más de 22.000 millones de dólares. Durante 10 años (2003-2012) dicho autor hizo un seguimiento y, en contra de lo que las autoridades suponían, no se evidenció ninguna diferencia en el rendimiento académico en comparación al de años anteriores, cuando la ratio era muy superior. Como consecuencia de ese sorpresivo resultado, las autoridades educativas propiciaron un encuentro de los mejores expertos para analizar a qué podría deberse ese fracaso, y las tres conclusiones más relevantes a que llegaron fueron éstas: a) que al haber iniciado ese cambio de forma masiva hubo que contratar a miles de profesores inexpertos y sin experiencia, los cuales fueron los responsables de dicho fracaso; b) que mucho más importante que rebajar el número de alumnos por aula es poner al frente de las escuelas a un profesorado bien formado; c) que por muy pocos alumnos que haya en un aula, si el profesor, o profesora, no es competente y posee escasa motivación, el rendimiento académico del alumnado será peor que el de los ubicados en un aula muy poblada, bajo la dirección de un excelente docente. Esa importancia que atribuyen los expertos a la calidad del profesorado por comparación a la del número de alumnos por clase, coincide con la del público en general, tal y como lo muestran los resultados de una encuesta realizada en el año 2009 en Washington: el 73% de los padres y madres encuestadas preferían que sus hijos estuvieran en una clase de 30 alumnos, o incluso más, con un profesorado de máxima calidad, que en otra de 20 niños con un profesorado normal y corriente.

La revisión española más completa de investigaciones sobre los efectos de ciertos inputs (uno de ellos, la ratio alumnos-profesor o el número de alumnos por aula) sobre la excelencia académica de los centros escolares es la efectuada por Escardíbul y Calero (2013), no solo por la gran cantidad de variables que analizan, sino también por sus refinados métodos de comparación. En los estudios que utilizan como unidad de análisis el país en su conjunto, hay algunos que muestran un efecto positivo de las clases con pocos alumnos sobre el rendimiento académico, siendo mayoritarios los que no encuentran ningún efecto. Incluso en esas investigaciones que muestran efectos positivos, cuando se aplican técnicas de análisis matemático, se demuestra que esas ganancias no resultan significativas a nivel estadístico y que desaparecen año tras año. Utilizando como unidad de análisis España en su conjunto, estos autores llevaron a cabo un estudio, tomando como referencia las calificaciones medias obtenidas por los estudiantes en las distintas áreas contenidas en los informes PISA, y llegaron a la conclusión de que el número de alumnos por aula, dentro de ciertos umbrales (entre un mínimo de 20 y un máximo de 35), no influye para nada en la mejora del rendimiento académico.

Si extrapolamos los resultados de la investigación existente sobre el tema al caso de nuestra región, no habría que someter a ningún niño a ninguna clase de sorteo, como si fueran una mercancía cuyo precio depende de la relación entre oferta y demanda. Lo que habría que hacer es aumentar la ratio en varios alumnos por aula en aquellos colegios donde la demanda es muy grande y trasladar profesores a esos centros de otros donde los alumnos son muy escasos, lo cual obligaría a trabajar en equipo a dos profesores en cada aula, con las ventajas añadidas que conlleva este planteamiento pedagógico (sobre todo, para los alumnos con problemas de aprendizaje). Esta alternativa resulta problemática cuando la ratio alumnos-profesor es muy elevada, cosa que no ocurre en España. Según los datos oficiales referidos al año escolar 2013-2014, esa ratio era de 22,1 en la enseñanza primaria y de 24,6 en la enseñanza secundaria obligatoria (promedio del conjunto de la enseñanza obligatoria: 23,3), algo más baja que la media de los países de la Unión Europea (25,7).

*Catedrático jubilado, Universidad de Zaragoza