La decisión de quitar el cigarro a La cigarrera, el nuevo cabezudo de la comparsa de Zaragoza que el sábado saldrá a la calle por primera vez, es una decisión incómoda. No se puede mitificar a un personaje como a Serafina, la cigarrera del Tubo, y acto seguido quitarle su esencia. Puede ponerse en duda que alguien con un cigarro en la boca sea modelo de algo, pero eso se tenía que haber pensado un poco antes. Con los cabezudos, que salen en fiestas, se juega a la irreverencia y a saltarse el modelo social. ¿Ahora toca lo contrario?