Lo que es de todos no pertenece a nadie, sentencia que desde una torticera interpretación parece conceder permiso ilimitado de uso y abuso sin ninguna responsabilidad de custodia. Y así nos va en la casa común, que en ciertas ocasiones muestra un aspecto particularmente deplorable: parques y jardines suelen ser el escenario habitual de prácticas que generan abundante basura; una amalgama de envases, cristales y excrementos, residuos peligrosos para las personas más vulnerables y sobre todo para los niños. De poco sirve el trajinar permanente del personal de mantenimiento ni la fácilmente eludible labor de vigilancia de los guardias municipales que de tanto en tanto se personan.

Tal falta de civismo no solo tiene carácter urbano, sino que también alcanza a espacios protegidos de la naturaleza, como los Parques Nacionales; Modesto Pascau afirmaba recientemente que una de las infracciones más frecuentes en Ordesa es la presencia de perros sueltos, motivo de graves molestias para la fauna autóctona y que podría llevar a la dirección del parque a prohibir definitivamente su entrada, permitida hasta ahora siempre que el animal permanezca enlazado y controlado. Cuando, en general, se viene detectando por el personal del parque un paulatino incremento de la sensibilidad ecológica, resultaría paradójico ampliar las restricciones a todos los visitantes por culpa del comportamiento de una minoría. Obviamente, una buena parte de quienes exhiben conductas transgresoras no lo hacen con mala intención, sino que más bien su incipiente gamberrismo es una cuestión de educación y cultura, tal vez también de inconsciencia e ignorancia. Confiémos en que los Reyes nos traigan en este año recién estrenado un poco mas de respeto hacia los demás y hacia los bienes comunes. H *Escritora