Cuando pensamos en sociedades en las que el alcohol forma parte del ADN de sus integrantes, los que primero nos vienen a la cabeza son los rusos, alemanes o escandinavos. Pero, poco reflexionamos sobre nuestros hábitos y costumbres con el alcohol, que empiezan a ser más que alarmantes, aunque no preocupen en exceso al común de los españolitos, por lo normalizado que está el consumo de alcohol en nuestra cultura. El drama comienza a entreverse cuando uno lee en los periódicos titulares del tipo «Proyecto Hombre ya atiende más casos de personas con problemas con el alcohol que con la cocaína». Y es que el elixir 90º se ha convertido en el opio de la España del siglo XXI. Es relativamente barato y accesible, socialmente aceptado, y sus efectos no son tan fácilmente reconocibles. Que el cánnabis dé más yuyu social que el alcohol, es síntoma claro de hipocresía, sobre todo, porque ninguna persona cabal puede negar el gran problema social que el alcoholismo constituye, al ser generador de daños colaterales como la violencia de género, los accidentes de tráfico o importantes riesgos para la salud de nuestros jóvenes, que quedan enganchados rápidamente. En ese marco se debate la futura Ley del alcohol que sancionará a los padres de los menores que beban. Una norma, que a priori puede sonar fuerte, pero que si se consigue desarrollar adecuadamente, podría ayudar en ese camino hacia la tolerancia cero con el consumo que tanto ansía Dolors Montserrat. ¿Logrará nuestra ministra de Sanidad cumplir el reto España 0º? H

*Periodista y profesora de universidad