Rojo y amarillo, colores que brillan en mi corazón, y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí…». Tremendo revuelo el que ha provocado una Marta Sánchez, que ya en los 90 apuntaba maneras patrióticas, con su visita a las tropas españolas en la Guerra del Golfo, caldeando con ello los ambientes sociopolíticos. Hoy, vuelve a despertar los odios y los amores de unos y otros, con esa letra algo pueril e insulsa que ha ideado para el himno nacional. «Rojo y amarillo, cagada de chiquillo», dirían en mi tierra. Y un poco sí, la verdad, no por la cuestión política que lleva implícita la combinación de los dos colores sino por ser estéticamente poco acertada. ¿Perdón, por ser española? Yo tampoco lo pido, pero siento vergüenza de un país en el que las libertades están siendo cercenadas por aquellos que se erigen en sus fieles defensores: poderes políticos, judiciales… En menos de una semana, varias han sido las patadas a los pilares de la democracia: una pena de tres años de cárcel para un rapero, Valtónyc, cuyo único delito ha sido criticar a la Corona, mientras que otros impresentables, que roban y juegan con el futuro de los españoles, salen indemnes; la retirada por orden judicial de Fariña, el libro sobre narcotráfico de Nacho Carretero, por las supuestas calumnias que un ex alcalde de O`Grove decía estaban allí contenidas; y la censura de la obra de Santiago Sierra en Arco, por considerar presos políticos a personajes como Junqueras o los Jordis. Con semejante panorama, «honrarte hasta el fín», mi querida España, no va a ser posible.

*Periodista y profesora de universidad