Será el estrés posvacacional, pero ahora, cuando oigo y leo la actualidad y sus análisis, no puedo evitar la incredulidad, el desconcierto... y a menudo la risa. Me pasa al escuchar a los jefes respectivos insistir, virtuosísimos, en que aquí no se van negociar sillones sino propuestas, o en que las personas son secundarias porque lo esencial son las ideas. ¡Ja! Por no hablar de las alusiones al populismo en esta España maravillosa, donde las prácticas populistas más descaradas y aberrantes (demagogia y corrupción en gozoso cóctel) han corrido a cargo del PP (políticas de escaparate en Madrid y la Comunidad Valenciana), el PSOE (justicialismo clientelar en Andalucía) y CiU-Democracia i Llibertat (utilización del argumento patriótico como coartada definitiva). En fin...

Lo peor de todo es que hoy en día estamos meando (con perdón) fuera del tiesto, sin identificar las cuestiones fundamentales del momento ni asumir el contexto global.

Por ejemplo en el tema económico. Se ha convertido en dogma la tesis de que vamos saliendo de la crisis a golpe de desregulación laboral, bajada de impuestos y trato favorable al capital. Estas, se dice, son las premisas de un crecimiento del PIB, una constante reducción del paro y un incremento del consumo. Pero en realidad seguimos sin cumplir los objetivos de déficit, la deuda alcanza ya el cien por cien de ese flamante PIB y el empleo que se crea es inestable y muy mal pagado. Las haciendas públicas no ingresan lo necesario para mantener el Estado del Bienestar, ni la Seguridad Social para pagar las pensiones. Terrible.

O bien el demencial asunto territorial. El gran problema de hoy es que la Unión Europea se abre por sus costuras. La confluencia del constante sabotaje británico, los problemas del euro y la llamada crisis de los refugiados está provocando dramáticos retrocesos en los mecanismos y los ideales comunitarios. Pero mientras se disipa abruptamente el sueño de los Estados Unidos de Europa, en España solo nos preocupa la estúpida tensión entre el nacionalismo central y los micronacionalismos periféricos.

Ya caeremos del guindo, ya.