Las pasadas elecciones municipales y autonómicas nos han dado, a través del voto ciudadano, más noticias positivas que negativas en Aragón. La primera es que la gente sigue creyendo en el voto como mecanismo de participación, lo que no es poco. Y la segunda es que quiere cambiar las cosas que ha visto y sufrido estos años. Para eso utiliza las urnas y lo seguirá haciendo mientras vea que es útil para transformar la realidad en la dirección que apunta.

El resultado electoral es la muestra sociológica perfecta entre la vigente realidad social, las ganas de cambio, las ilusiones de los nuevos actores y la estructura actual del sistema democrático. La importancia de este equilibrio es vital, y creo que todavía no se ha valorado suficientemente ya que los análisis de los resultados priman más el estudio de los árboles que el del bosque. Tras los graves incendios forestales de la democracia en los últimos años hoy podemos concluir que tenemos una buena capacidad de regeneración "democlimática".

LAS INSTITUCIONES van a ser el "hábitat" de este nuevo escenario entre especies muy diversas. Las que acaban de ser desalojadas de su posición de preeminencia en la tribu están reaccionando con su ancestral instinto de superviviencia no exento de agresividad. Un comportamiento que se basa en las estructuras más límbicas del cerebro primitivo y que, en su paroxismo, es capaz de desencadenar ataques contra individuos de su propia especie. Algunos de los vencedores han sufrido pérdidas en estos años de resistencia aunque, sin duda, su aclimatación al medio es un punto a su favor. Por otro lado, los nuevos habitantes que llegan a este "acuario social", miran de reojo a estas especies que ya convivían anteriormente, tanto entre sí como contra las tribus ahora en retirada. Acaban de descubrir que juntos son más y más fuertes y que pueden construir un microclima aragonés mucho más beneficioso para todos.

Los encuentros entre culturas y civilizaciones suelen ser complejos y habitualmente traumáticos. La convicción en la propia superioridad evolutiva, intelectual, racial, cultural o religiosa ha hecho correr ríos de sangre por nuestro planeta para imponer ideas y creencias. Sin duda una de las grandes dificultades para el acercamiento entre diversos mundos es el lenguaje. Puede haber comunicación sin lenguaje pero no existe el lenguaje sin comunicación. La ciudadanía ha pedido acuerdo, dialogo y comunicación. No lenguaje. Si el voto debe ser útil y eficaz es para hacerlo realidad en las instituciones. Me centraré en las dos más importantes de Aragón. Nadie entendería que la ciudad de Zaragoza no estuviera gobernada por la izquierda con Pedro Santisteve de alcalde, apoyado por el PSOE y la CHA. De la misma manera que Javier Lambán debe ser el presidente de Aragón con el apoyo de Podemos, la CHA e IU. No les pedimos cartas de amor en común. Sólo comunicación para no defraudar a la izquierda.

Los nuevos actores puede que se sientan tan temerosos como los veteranos. Los primeros por no contaminarse en una atmósfera en la que deberán respirar obligatoriamente en común. Y los ya existentes por esforzarse en comunicarse con los recién llegados para lo cual no sirve sólo su propia lengua vigente. Merecerá la pena encontrar un esperanto político en esta nueva fase de entendimiento antes de seguir esperando a un Godot que los votantes de izquierda no se merecen. Al fin y a la postre puede que las fuerzas políticas emergentes descubran en la Aljafería y en la plaza del Pilar, como Charlton Heston en El planeta de los simios que estaban, que están, en su casa.