La alargada sombra del Kremlin se cierne sobre el reciente ataque en Londres al antiguo espía Sergei Skripal y a su hija Yulia. De confirmarse las sospechas de Scotland Yard, ambos habrían sido objetivos de los servicios secretos rusos, que los habrían envenenado con algún tipo de agente químico o gas nervioso; de la misma manera que hace años, en 2006, acabaron también en Londres, pero esta vez con polonio, con la vida de otro exagente soviético Alexander Litvinenko.

Ambos, Skripal y Litvinenko, habrían caído en desgracia a causa de sus relaciones con los servicios secretos occidentales y en particular con el todavía poderoso e influyente MI6 británico. Como agentes dobles, ambos pasaban supuestamente a Londres información de la existencia de otros espías rusos en territorio inglés y norteamericano. Skripal fue condenado a diez años de cárcel en Rusia, pero parecía haber abandonado el espionaje y vivía refugiado en reino Unido, lo que de poco le ha servido.

En este tipo de casos, y en la probada existencia de decenas, tal vez cientos de espías rusos en Estados Unidos, capaces de originar daños a la seguridad del país, incluso de alterar el resultado de unas elecciones presidenciales, comprometiendo seriamente la integridad de Donald Trump, parece haberse inspirado Karen Cleveland al escribir Toda la verdad (Planeta).

Una novela redactada a ritmo de thriller que recupera el siempre infalible argumento de espías para sumergirnos en la inimaginable realidad de inimaginables espías a sueldo de Putin, pero con el aspecto de ciudadanos norteamericanos corrientes y molientes. con su trabajo, sus familias, sus hijos y sus casitas con coche caravana y jardín. con vidas irreprochables y caracterizaciones tan perfectas que ni siquiera los servicios secretos, las más expertas agencias o especialistas serían capaces de identificarlos bajo sus supuestos nombre y existencias.

En su ficción, Karen Cleveland nos presenta a un joven matrimonio norteamericano compuesto por una eficaz y sofisticada analista de la CIA y por el espía ruso que, sin ella saberlo, duerme a su lado y es padre de sus dos hijos pequeños. A partir de ese inquietante planteamiento, la trama se enreda, haciendo las delicias del lector, no tanto de la Casa Blanca.

Los espías han vuelto.

Regresan del frío.