Es difícil para cualquier persona razonable (lógica, empática y solidaria) entender la complejidad y profundidad del problema que plantea el machismo violento. Muchos varones heterosexuales afrontamos la cuestión con una mezcla de indignación y vergüenza. Los (más o menos) expertos trazan mapas de este desastre social enlazando los fenómenos: la cosificación de la mujer, su subordinación, su reducción al papel de juguete sexual, la pornografía, las violaciones como rito fiestero, el fracaso del sistema a la hora de educar en valores (y en las cosas del sexo y del amor) a los jóvenes... Así se establece una espiral maldita, una especie de trama siniestra que alcanza su última frontera con el asesinato. Conforme pasa el tiempo, el silencio se rompe y las cortinas se rasgan, esta locura muestra su auténtica dimensión. Y aún hemos de sospechar que muchos abusos, agresiones y canalladas siguen sin salir a la luz.

Lo peor, lo más tremendo, es que se produce un proceso de acción-reacción por el cual las movilizaciones del 8-M, las réplicas al caso La manada (convertido en símbolo) y el debate sobre igualdad, paridad y perspectiva de género ya reciben respuestas organizadas por parte de los grupos que profesan una ideología de deshecho. Existe una especie de argumentario transversal, fascistoide y siempre miserable) que enlaza la hostilidad hacia las mujeres con el rechazo a los emigrantes, la adhesión a soluciones políticas ultraconservadoras y el desprecio por la democracia. La espiral incluye todos los tópicos de la España negra, todas las mixtificaciones de lo que podríamos denominar mentalidad premoderna, todos los delirios de la burricie.

Hay que escuchar a gente que celebra los supuestos éxitos judiciales de los violadores, que pedía ¡el hundimiento del Aquarius!, que exalta el franquismo y justifica sus crímenes, que promueve el uso de la fuerza como solución definitiva, que insulta a las feministas, a las oenegés, a los ecologistas, a los catalanes, a los homosexuales, a los africanos y a cualquiera que no sea de su tribu.

Y ahora, otra mujer asesinada.