La fiesta de los libros en la Plaza del Pilar ha sido capaz de sobreponerse al cielo encapotado y a otros obstáculos, para brindar de nuevo al lector un gran elenco de opciones y temáticas de toda índole. ¿Difícil elección? Un título sugerente o una portada acertada pueden determinar la decisión, si es que aún no lo han hecho las leyes del mercado, demasiado dependientes de los intereses comerciales. Nuestra época está marcada por una grave tendencia a la banalización; vivimos inmersos en la cultura del usar y tirar, lo que va en detrimento de la reflexión serena y profunda.

La literatura ha sido siempre un fiel reflejo de lo que siente y piensa una sociedad; de ahí la exuberancia de cotilleo en la letra impresa, de la basura en papel cuché y del mercadeo de noticias falsas. «No dejes que la verdad te arruine un buen reportaje» se viene repitiendo con insistencia y, lo que es peor, con fatal convicción. Leer, mirar, pensar con espíritu crítico ha sido siempre necesario, pero hoy es más que nunca inexcusable cuestionar toda la información que recibimos deslindando el grano de la paja, para que sea un poco más difícil manipular nuestro pensamiento, para que, en definitiva, seamos dueños de nosotros mismos. El espíritu crítico es una cuestión fundamental de educación que ha de forjarse ya en las primeras etapas de la vida, pero también necesita de la formación y ejercicio cotidiano a lo largo de toda la existencia. El libro es una fantástica herramienta para ello, incluso a pesar de que el ritmo de vida que nos autoimponemos limita en grado sumo el tiempo de lectura y el de reflexión. Pero hay buenos y malos libros; idóneos e inadecuados; dotados de excelente calidad literaria o mal escritos. Hay que saber elegir... con criterio y espíritu crítico.

*Escritora