Al quedar al descubierto las vergüenzas de la impostura neoliberal, parece que el pensamiento de izquierdas se rearma. Tras denunciar en Chavs (poligonero, cani, choni-) el desprecio de las "clases aseadas" respecto al precariado creciente, el jovencísimo Owen Jones desenmascara los métodos de la clase dirigente político-financiera en The Establishment. En Reino Unido y en la globalidad se cuecen habas, a calderadas por aquí. Nosotros, gracias a los Católicos Reyes, tenemos el establishment más antiguo de Europa; del flirteo entre los nobles y el ponero estado monárquico depurado de "infieles" llegó el alumbramiento de un régimen señorial que duró hasta la Modernidad. Los intentos por contrarrestarlo fueron cruelmente reprimidos: rebelión comunera, Alfonso VII desactivando la Pepa, los Cien Mil Hijos de San Luis, ejecuciones de Torrijos, Mariana Pineda..; cuando su ascenso al poder nos metió tardíamente en la Modernidad, la burguesía se sumó a ese ciclo represor aliándose con los militares (y sus periódicas asonadas) para mantener el orden y al emergente proletariado a raya.

La Restauración borbónica de 1874, que fue propiciada por otra asonada castrense, refrendó esas interesadas alianzas en el marco de una monarquía parlamentaria de alternancia bipartidista (conservadores y liberales) y con los derechos del pueblo en el limbo. De nuevo las subversiones fueron contundentemente abortadas por las fuerzas del orden al servicio de un Estado controlado por terratenientes, alto clero y burguesía. Pero los movimientos populares --socialistas, comunistas y anarquistas-- ya habían cristalizado y su empoderamiento, con el apoyo de la burguesía ilustrada, abrió paso a la II República en 1931. El nuevo régimen reflejó el pulso entre las oligarquías y la ciudadanía ansiosa de cambios sociales y democráticos, pero, cuando esta pareció ganar la partida con el triunfo electoral del Frente Popular en 1936, irrumpió Franco para restaurar el orden sacrosanto a través de una "planificada campaña de exterminio" (Preston dixit).

Las "fuerzas fácticas" disfrutaron de un ambiente propicio durante los "cuarenta años de paz" del franquismo para hacer florecer haciendas y negocios, en algunos casos a costa del sudor de los presos republicanos. La Segunda Restauración Borbónica de Juan Carlos I preservó la continuidad de esa clase dominante, se neutralizó la izquierda --gracias a Carrillo y a Felipe González-- y, con la ayuda de D'Hont, se reeditó el bipartidismo decimonónico en el marco de una constitución que deja igualmente los derechos de los españoles en el limbo. A las oligarquías de siempre se han ido sumando distintas oleadas de políticos (clase senatorial) que defienden este estatus a cambio de participar en puertas giratorias o en la cleptocracia organizada. Todo parecía irles bien hasta que la crisis económica, provocada por su avaricia, ha desvelado el inmenso entramado de corrupción que va desde la Corona hasta el alcalde de aldea,poniendo de manifiesto las inmundicias del sistema político. La ciudadanía está despertando y no se conforma con cambios cosméticos (un rey y un líder de la oposición más joven y telegénico), sino que parece entender que se requiere un cambio del establishment. La izquierda altersistémica, si logra ser empoderada democráticamente por la ciudadanía, tiene la llave. Pero el régimen se defiende y ataca para perpetuarse en una bunkerización que recuerda a la del franquismo, aunque esta vez recibe interesados espaldarazos desde el imperio neoliberal de Bruselas/Berlín. ¿Será posible esta vez romper el maleficio ibérico y canalizar la voluntad democrática de los ciudadanos sobre los intereses de las oligarquías dirigentes? Nuestra historia nos enseña que debemos moderar el optimismo y estar alerta. Escritor