Esas pruebas para evaluar el nivel de los críos son muy pero que muy tramposas (solo hay que ver el contenido de las ya filtradas). Como es sabido, resolverlas bien o mal depende sobre todo de que los alumnos estén entrenados previamente en contestar semejante tipo de preguntas, a veces tan rebuscadas y absurdas que incluso un adulto bien formado tiene que pensárselo dos veces antes responderlas. Pero lo peor de este sistema de evaluación es el uso que van a darle de quienes desean instaurarlo. Pretenden clasificar los centros en una estadística-ranking artificial y clasista. O sea, lo mismo que el informe Pisa o el ranking Shangai de universidades, tan citados en vano y cuya interpretación interesada es usada una y otra vez para denostar la educación pública española.

La estadística y en general el dato aritmético sistematizado de cualquier cosa han sido abducidos por los argumentarios políticos. La derecha se las pinta sola en el manejo de esos números, pero los demás también hacen lo que pueden. Zapatero, auxiliado por Solbes y Sebastián, era capaz de demostrar en vísperas del estallido de la burbuja inmobiliaria que España iba como un tiro. Y las estadísticas respaldaban de forma apoteósica tal verdad: superávit, una deuda pública que era la mitad de la alemana, crecimiento del PIB, el porcentaje de paro más bajo conocido hasta entonces... Había otros indicadores que advertían del inminente desastre. Mas fueron convenientemente escamoteados.

Rajoy enhebra datos como cuentas de uno de esos collares de vidrio veneciano usados en tiempos para comprar esclavos, oro y marfil en las costas de la Guinea. Presume del empleo que se crea, aunque es poco y malo. Desdeña la constante pérdida de población activa. Ignora el último informe del Ministerio de Trabajo sobre el mercado laboral en el primer trimestre de este año: peón agrícola, camarero y personal de limpieza fueron los oficios más demandados, solo el 6,7% de los contratos eran fijos, el 87% de los empleados carecía de cualquier cualificación, la cuarta parte no trabajó más de siete días... Pero eso queda escondido... tras la estadística.