Los problemas en justicia juvenil tienden a pasar por alto los problemas mentales de los jóvenes y les imponen sentencias restrictivas, no terapéuticas. Dichas sentencias, puesto que no se acompañan de tratamientos adecuados, solo conducen a exacerbar los problemas mentales. No lo digo yo, lo dice el Observatorio Internacional de Justicia Juvenil que describe un problema de órdago y ahí lo deja, escrito sobre un documento. Un millón de niños y adolescentes españoles padece problemas mentales, trastornos neuropsiquiátricos los llaman cuando los expertos no saben poner apellido al trastorno en sí. La prevención (otro millón seiscientos mil está en situación de riesgo) debería ser una prioridad, pero no lo es, y el caso se va de las manos cuando estos enfermos alcanzan la mayoría de edad, porque en España no se puede imponer un tratamiento psiquiátrico continuado contra la voluntad del paciente; porque en España, agárrense que vienen curvas, es el enfermo cuya capacidad mental está dañada o anulada, quien decide sobre su tratamiento. Hace falta que el joven enfermo haga un gran daño, un inmenso daño, para que jueces o fiscales abran un proceso penal y apliquen medidas terapéuticas. Las restrictivas son de carril. Dos días de intenso debate parlamentario y nadie habla del desgarrador panorama que viven millones de familias de puertas adentro. ¿Para qué?, si nos conformamos con almacenar a los enfermos mentales en las cárceles. La mitad de la población reclusa, es un dato constatado, está mal de la cabeza. Pero los de fuera no la tienen mejor. H *Periodista