E n el siglo IV antes de Cristo el filósofo Diógenes de Sinope, miembro de la escuela de los Cínicos (kunos en griego significa «perro»), defendía la virtud como valor supremo y rechazaba el poder y la riqueza. En una ocasión, mientras tomaba el sol en Corinto, Alejandro Magno se acercó a conocerlo. El conquistador se colocó delante y le dijo: «Pídeme lo que quieras». Diógenes se limitó a indicarle: «Quítate de ahí que me tapas el sol». Como nadie se atrevía a cuestionar a Alejandro, este, sorprendido, le preguntó si no lo temía. La salida de Diógenes fue brillante: «¿Te consideras un buen hombre?», le preguntó; «Sí», respondió Alejandro; «Entonces, ¿por qué iba a temerte?». Ahora los cínicos ya no son filó- sofos, sino gentes hipócritas que fingen sentimientos que no tienen (hipokrités significa «actor»), y de esas hay legiones en la política.

Una leyenda urbana atribuye al genial actor Groucho Marx la frase «Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros». En realidad esta sentencia apareció por primera vez en un perió- dico de Nueva Zelanda el 18 de octubre de 1873, en la forma «Estos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio». Con esta fórmula se describe a ese tipo de político que es capaz de alterar su discurso en un santiamén para acomodarlo a la oportunidad del momento o para alinearse con una mayoría coyuntural.

Esta semana un par de dirigentes del Partido Popular se han aplicado con singular cinismo e hipocresía. Se trata de Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura, y Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid. Ambas respondieron lo mismo a la pregunta de si irían a la huelga el 8 de marzo, que harían «huelga a la japonesa».

Pocas horas después de semejante despropósito, su jefe, el se- ñor M. Rajoy, presidente del Gobierno, fue interpelado por la senadora María José López, del partido Nueva Canarias, sobre esa ocurrencia de sus dos conmilitonas. El señor Rajoy, en el pleno del Senado, respondió: «No me reconozco en la afirmación de huelga a la japonesa que han hecho algunas personas de mi partido».

La desautorización del presidente fue asumida ipso facto por la ministra García Tejerina, que se desdijo de lo que había declarado y alabó la lucha de las mujeres por la igualdad. La presidenta Cifuentes se ratificó en un primer momento, pero cuando se dio cuenta de la magnitud que estaba tomando el movimiento reivindicativo de cara al 8-M no tardó en subirse a la ola feminista. Vamos, lo que se dice dos mujeres con principios